miércoles, 31 de diciembre de 2008

Fin de año

Buenas tardes a todas,

Hoy es la última tarde del año. No voy a mirar hacia atrás, no voy a hacer cuenta de este año, prefiero dirigir mi mirada hacia mañana y llenar, como me deseaba María Jesús, el año nuevo de ilusiones. María Jesús, con su sensibilidad, la que hace que la gente le cuente sus historias, la que ella retransmite al narrarlas, ha dado en el clavo.

Yo también os deseo un año nuevo lleno de esperanza, de ilusiones, de historias, de vida...

Y, como no tengo remedio, os dejo una canción.

Wild is the wind.
Ha habido muchas versiones, la primera vez no sé quien la cantó, después Nina Simone, David Bowie... Os dejo varias, la de Nina Simone y, para no variar, la de George Michael, que es la primera que escuché. La música... maravillosa.






Wild is the wind

Love me, love me, love me, love me
Say you do
Let me fly away with you
For my love is like the wind
And wild is the wind
Wild is the wind

Give me more than one caress
Satisfy this hungriness
Let the wind blow through your heart
Oh wild is the wind
Wild is the wind

You touch me
I hear the sound of mandolins
You kiss me
With your kiss my life begins
You're Spring to me
All things to me
Don't you know
You're life itself!

Like the leaf
Clings to the tree
Oh my darling cling to me
For we're like creatures of the wind
And wild is the wind
Wild is the wind

You touch me
I hear the sound of mandolins
You kiss me
With your kiss my life begins
You're spring to me
All things to me
Don't you know
You're life itself!

Like the leaf
Clings to the tree
Oh my darling cling to me
For we're like creatures of the wind
And wild is the wind
Wild is the wind, wild is the wind
Wild is the wind, wild is the wind



Feliz Año Nuevo a todas

Besos

Carmen

PD: Esa canción siempre me hace llorar cada vez que la escucho. Una, que es de lágrima fácil.

Para compensar la anterior os pongo otra magnífica de Nina Simone, algo más animada:

Sinnerman


Y otra más que estoy escuchando ahora mismo:

Ain't no use

Las últimas, lo prometo:

I put a spell on you


Feeling good

sábado, 27 de diciembre de 2008

Mi cuaderno nuevo

Estreno cuaderno. Me quedan un par de páginas del antiguo, pero he cogido el nuevo entre mis manos, he abierto la tapa, he pasado los dedos sobre las páginas blancas, sin cuadrícula, y he sentido el impulso de escribir, la necesidad de compartir algo tan trivial como es el estrenar un cuaderno. No es que sea una gran noticia, no creo que alcance el estatus de noticia siquiera, pero el hecho de poner tinta sobre el blanco casi azulado, sobre el tacto liso de las hojas, me ha emocionado de alguna forma. Me ha recordado a los tiempos de mi niñez, al inicio de las clases tras el verano. Cuando poníamos el nombre en los libros y, sobretodo, en los cuadernos. Lo hacíamos en la primera hoja que, aún no sé porqué, quedaba vacía, salvo por aquel nombre, tu nombre, pulcramente escrito, seguido de ambos apellidos. Empezar este cuaderno en estos momentos me ha dado la ilusión de ser algo más que escribir en un conjunto cualquiera de hojas agujereadas, de láminas de papel unidas por una doble espiral de metal. Me ha dado la alegría de un comienzo, de una nueva expectativa. Quiero salir del túnel en el que yo sola me estoy sumiendo. No puedo, ni quiero, ni voy a dejarme llevar por la amargura, por la tristeza, por la añoranza. Es un tópico, pero cada amanecer, cada nuevo día, debe vivirse aprendiendo cada segundo, disfrutando cada instante, no simplemente sobreviviendo. No quiero decir que no debamos parar, que no sea positivo detenerse, permitirse un lapsus en el camino. Algo que nunca entendieron en mi familia, que un momento de relax puede ser tan o más enriquecedor que un sinfín de actividad. Unos minutos conmigo misma mientras garabateo estas líneas, con vosotras, a quienes tengo en mente mientras los trazos azules surcan la página. ¿La manchan? No, en mi opinión los sentimientos, los pensamientos sin rencor, sin maldad, no ensucian ni malgastan el papel.

Sólo quería compartir con vosotras que tengo intención de salir de esta especie de callejón, de esta "tontería" que tengo encima últimamente.

Por cierto, se me olvidaba algo. Cuando los cuadernos se sustituyeron por los archivadores ganó la salud de nuestra espalda, esa que tengo destrozada por las malas posturas y por un pitufo trasto que cada día pesa más. Ganó nuestra espalda, pero la magia del cuaderno nuevo se perdió. Eso sin contar con mi desorden innato entre un mar de hojas sueltas.

Aislyn, vosotras también habéis pasado a formar parte de una pequeña "familia cibernética", a la que tengo mucho cariño. No os siento en modo alguno como como unas desconocidas.

Muchos besos a todas.

Gracias por estar ahí, por seguir al otro lado.

PD: Voy a hacer algo que me cuesta mucho, voy a confesaros mi verdadero nombre, el que se esconde tras mi nick. Un nombre muy corriente, pero que, a pesar de ello, guarda su pequeño encanto, como lo hacen todos los nombres por comunes que sean. ¿Influye en nosotros nuestro nombre? El mío es uno de ópera, trágica, como supongo que serán todas las óperas y, casi siempre, olvidada: Carmen.

Contaros mi verdadero nombre es como "salir del armario". Katha es una adaptación personal de Katrina, un nombre que siempre me ha atraído. Katha me ha dejado volar la imaginación en rosa, me ha dejado mostrar una parte de mí, la ilusión por escribir, que no sabía que tenía, me ha permitido conoceros a vosotras. Pero de alguna forma hecho de menos mi nombre. Puede que el motivo sea que ya no me importa que se sepa... "que le doy al fucsia", es más, empiezo a decirlo abiertamente. Me da igual lo que piensen. Como os comentaba el otro día, creo que lo importante es sentirse bien con uno mismo. No le hago mal a nadie con el rosa. Escribo en mis ratos libres, en el trayecto al trabajo, o en el de vuelta a casa, en las horas que le robo al sueño. Dejo volar mi imaginación y, en ocasiones, mientras hago cosas mecánicas, echo en falta ese boli que sea extensión de mi mano, o más bien de mi cabeza.

Estoy un poco loca, lo sé, pero una pizca de locura es sana. Lo insano es estar absolutamente cuerdo.

Un último detalle. He cerrado el cuaderno tras finalizar el párrafo anterior. He pasado de nuevo mi mano sobre la portada y me he sentido tranquila. Sólo lo he abierto de nuevo para contároslo.



Esto lo escribí, con alguna pequeña modificación, el día 23 de camino a casa, en un momento de euforia.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

El solsticio de invierno

Buenas noches a todas,

Como felicitación de Navidad, quería recordar el solsticio de invierno, sobre el 22 de diciembre, el verdadero origen de las fiestas de estas fechas.

En el famoso debate de si España es aconfesional o no, en el que en los colegios públicos no se celebra exactamente la navidad por ser una fiesta cristiana y debe respetarse a los alumnos de todas las religiones... nadie parece recordar el solsticio de invierno de los romanos, y según acabo de ver en un enlace, también de los celtas.

En la mente de todos está el solsticio de verano, la famosa noche de San Juan, la noche más corta del año, a la que todo el mundo atribuye algún tipo aureola mágica. La noche en la que nació mi hijo. Sin embargo, todo el mundo parece olvidar su recíproca, el solsticio de invierno: la noche más larga del año. ¿No ha de tener también su halo de magia?

Sea cual sea el origen de las celebraciones de invierno, quería desearos lo mejor, no sólo en estas fechas, sino durante el año entero. Salud, sobre todo Salud.

Aislyn, espero que la persona enferma vaya mejorando. Desgraciadamente sé lo que es tener que desplazarse lejos cuando tienes a alguien ingresado.

Y dado que no me ha dado tiempo siquiera a pasar al PC unas reflexiones que escribí ayer en el metro de vuelta a casa, como regalo de Papá Noël, cuyo aspecto "típico" debemos a un anuncio de una empresa de refrescos, os dejo otra canción. Una de esas tristes que tanto me gustan:

Vida loca



Feliz Navidad a todas.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Admitiendo la propia mediocridad

Buenas noches,

¿Cómo estáis?

¿Qué tal tu familia Aislyn?

¿Tus ánimos Avenoc? Ya he visto que, por lo que comentas, la cosa sigue más o menos igual.

¿Cómo estáis el resto?

Como ya os comenté el otro día, yo estoy desbordada y claro, mis ánimos son los que son. Más que al nivel del suelo, yo diría al del subsuelo. No me concentro para escribir delante del PC, o mejor dicho, detrás del teclado. He vuelto a garabatear en el metro, pero cosas que no vienen al hilo en este momento de la historia, cosas del futuro un tanto lejano. Ya veis, me temo que todas estamos pasando por una época de bajón. No sé yo si es por la crisis que cada vez asusta más.

A parte, ando dándole vueltas a muchas cosas. Una de ellas: dejar el fucsia. Cuando leí una entrada del blog de María Jesús, Sra de Zafón, tengo curiosidad por saber el significado del nick dado su maravilloso repertorio de historias. Como iba diciendo, que para no variar me disperso, leí su entrada titulada "Lo dejo", una manera increíble de expresar que dejaba el tabaco. Pues fue leer aquella entrada y pensé: "Yo también lo dejo. Dejo el fucsia". Dejar el fucsia significaría dejar algo que se ha convertido en una parte importante de mi vida, dejar una ilusión, dejar, más que una afición, una pasión aún en proceso de descubrimiento. María Jesús, con su forma de expresarse, se tomó la molestia de escribirme, ella es una mujer aún más ocupada que yo, para decirme que no lo dejara, que el fucsia era mi manera de desplegar mis alas, que sin nuestra imaginación somos agua estancada y el agua debe correr libre. Yo jamás lo hubiera expresado así. Me recordó a los comentarios de Aislyn. Yo jamás sería escapar de escribir cosas así, pero sí, el fucsia es, de alguna manera, mi forma de volar, de despegarme, en vez del suelo, de esta vida monótona que todos llevamos, unos más que otros. Las fucsia también sois vosotras, vuestros correos, vuestros comentarios, vosotras al otro lado de la pantalla. Dejar el fucsia también sería defraudar vuestra confianza, lleváis más de año leyendo mis locuras, y ahora no puedo, ni quiero, dejaros en la estacada. Menos cuando el problema no es la falta de ideas locas, que de vez en cuando bullen en mi cabeza.

No dejaré el fucsia, pero si admitiré mis limitaciones, mi mediocridad. Como le contaba una vez a Andrea: ¿habéis oído una canción de Michael Jackson titulada "I wanna be a star in something"? Pues bien, he de admitir, y admito, que mi vida es pura mediocridad, creo que jamás he destacado en nada: bajita, gafotas, poco atractiva (dejémoslo ahí), estudiante normal, negada por completo para las actividades deportivas, cocinera nefasta (se lo he pegado a Carla, lo siento)... En el trabajo no ascenderé jamás con mi manera de ser (peloteo e hipocresía cero, así me va) y lo poco que me motiva volver a pasarme las tardes enteras en el trabajo sin ver a mi hijo. En resumen: mediocridad. Tampoco creáis que me importa demasiado, me conformaría con ser yo misma, con estar contenta conmigo misma, con ser la persona que quiera ser. Hay cosas que valoro más que las casas de 180 metros, las vacaciones en la otra parte del mundo y pasar los puentes esquiando. Aunque confieso que el barrio donde vivo no me emociona para nada y lo que más me gustaría, pero resulta casi imposible de conseguir, es un buen colegio para mi hijo. ¡Veis cómo me disperso! Lo que intentaba deciros es que, por una vez, me hubiera gustado escribir bien. Lo hago lo mejor que puedo, le dedico tiempo y esfuerzo, sin embargo los resultados son los que son. Andrea dice que he mejorado mucho desde que empecé hace año y medio. Rosa.s también lo dijo en un comentario. Pero lo cierto es que, mal que me pese, lo máximo que conseguiré jamás será pura mediocridad. Supongo que emocionar, hacer soñar o que el lector deje volar su imaginación a través de un papel, pantalla en este caso, es un don. Un don que hay que cultivar, pero con el que se debe contar. Lo cual no es el caso. Para una perfeccionista como yo, podéis observar que os estoy confesando algunos de mis pecados, reconocer que la calidad de lo que escribe no llega ni por lo más remoto a lo que a ella le gustaría, cuesta. No obstante, creo que debo de ser lo suficientemente madura para aceptarlo y seguir adelante, intentar hacerlo lo mejor que pueda y no pretender cosas que no pueden ser. Tomarme el fucsia como una mera afición.

En resumen, no voy a dejar algo que poco a poco se va convirtiendo en parte de mí. Aunque sea rosa, aunque sea cursi, aunque pertenezca a "la subcultura del pañuelo", aunque me convierta en una "maruja" típica (un hurra por las marujas y por su nada reconocida labor del día a día).

Y después de todo este rollo, simplemente deciros que quería daros una explicación de por qué últimamente os he vuelto a dejar un poco en la estacada con la continuación de la historia. Seguiré adelante, aunque os advierto que tengo mecha para rato. Pero, no temáis, no soy una lionista.

Una vez dicho todo el rollo anterior, simplemente agradeceros una vez más vuestra presencia al otro lado, el que dediquéis una pequeña parte de vuestro tiempo a leer las fucsia, a comentarlas. Agradecer esos comentarios que tanto me han animado infinidad de veces.
Y, cómo no, desearos una feliz navidad. Como ya os dije intentaré dejaros algo por navidad: historieta, felicitación...
Ahora, os dejo una canción cuyas primeras notas siempre me han hecho... vibrar desde la primera vez que la escuché: "Calling you", cantada por George Michael. No sé quién la cantaba originalmente, pero él no lo hace nada mal. Versión en vivo y en directo.

Calling you



Calling you

A desert road from Vegas to nowhere
Some place better than where you've been
A coffee machine that needs some fixing
In a little café just around the bend
I am calling you
(Don't you hear me)
I am calling you
A hot dry wind blows right through me
The baby's crying and I can't sleep
But we both know a change is coming
Coming closer, a sweet release
I am calling you
(I know you hear me?)
I am calling you
I'm gonna walk through the desert to find you
Gone leave behind the only life I know
There's a place for hearts that need fixing
A little café with a magic show
I am calling you
(Can't you hear me?)
I am calling you
Desert road from Vegas to nowhere
That coffee machine still needs fixing


Un beso enorme para todas (Aislyn, Andrea, Avenoc, Malagueña, Noa, Rosa.s, Rossann, la Sra de Zafón, y todas las que hace mucho que no sé de ellas, que ya sabéis que a nadie olvido).

domingo, 14 de diciembre de 2008

Música para no olvidar

Buenas tardes a todas,

¿Cómo estáis en este gélido día? Espero que bien.

Hoy os dejo más música, música que escuchaba hace algunos meses mientras escribía o, mejor dicho, mientras intentaba aporrear las teclas. Música para el corazón. Triste, romántica, tal vez un poco desgarrada.

Lía
Ana Belen
No es que Ana Belén sea una de mis cantantes predilectas, pero hay algunas canciones suyas que me gustan y son las que os pondré. Ésta en particular me parece preciosa.





La mentira
Ana Belen

Una versión de una antigua canción, no sé si mejicana. Ésta me recuerda noches tostándome al flexo para los exámenes de junio. No recuerdo si para una asignatura concreta de 4º o su "continuación" en 5º de la inútil carrera que cursé en su día.





No sé por qué te quiero
Ana Belen y Antonio Banderas
No sé por qué te quiero
será que tengo alma de bolero





Enamorada
Malú y David de María
De esta me encanta el comienzo.



Hace tiempo que no escucho ninguna de estas canciones. La música que oyes depende del momento. Últimamente me decanto por las que os puse el viernes.

Tengo que dejaros, se terminó mi asueto.

Feliz tarde de domingo a todas.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Música de otros tiempos

Buenas tardes a todas,

¿Cómo estáis? ¿Qué tal os va todo?

Ayslin lamento escuchar que vuelve a haber problemas de salud en tu familia. Espero que la persona enferma mejore pronto.
Sí, os había dejado otra entrada, pero una, que es una torpe, estaba intentando asignar etiquetas a las entradas, para intentar poner un poco de orden en medio del caos y, en vez de borrar la etiqueta, borré la entrada. De todo se aprende, ¿no? ;-)

En cuanto a mi inspiración... no es que no la tenga es que la falta de tiempo, el agobio, y demás no me dejan centrarme en el teclado. Pero, después de leer tu comentario, he venido dándole al boli por el camino. Y casi, casi me ha ocurrido lo de siempre, que no me he pasado de estación de milagro. De hecho lo de una mañana ya fue demasiado, llegué tardísimo al trabajo. Iba yo con mis cascos escuchando música, Chambao, escribiendo como una loca y me di una vuelta... Me explico, en una estación en la que se baja todo el mundo yo no me di ni cuenta. Cuando oí el pitido el tren ya volvía en sentido contrario. Me metí en el fucsia y me olvidé de todo. ¿Se puede ser más despistada? Igual tal vez, pero más va a ser difícil.

En la entrada que desapareció del blog, por arte de mis dedazos, os ponía música de George Michael. Hace años me gustaba y el otro día, de pura casualidad, volví a escuchar algo y me he reenganchado a mis años jóvenes, ja, ja. Aunque dejadme deciros que siempre he sido una sosa, ni locuras propias de la adolescencia. Una, que ya os he dicho que, además de mojigata, sosa. Y con esto de haber puesto un par de veces "una" me recuerda a la película aquella de Robin Willians en la que actúaba de robot y siempre estaba "uno" para aquí y "uno" para allá.
Bueno, me centro que soy una pesaaada integral.

Como os iba diciendo las canciones que os puse no eran las bailables. Tengo una época en la que ando un poco de capa caída y me da por escuchar canciones triste. Luego me autorregaño y me las pongo alegres.

En resumen os pongo una selección de varias canciones, canciones de George Michael, tristes, y otras de épocas anteriores, bailables. A mí antes me gustaba bailar. A ver no os penséis que me pasaba las noches locas, mi juventud la he malgastado estudiando. Todo para que ahora el plan de Bolonia diga que mi titulación, que ya de por sí valía poco, pase a ser papel higiénico, por decirlo de una manera más o menos clara y que no sea demasiado malsonante. A ver si se me pega algo de Carla y dejo de decir tacos. :-) Pues eso, que yo bailaba cuando mi cabeza ya no daba para aprender más teoremas: me ponía los cascos, a descargar adrenalina, y luego de vuelta a los teoremas y demás temas. Ahora estoy tan oxidada que no puedo bailar: la espalda y la rodilla... a mi edad y ya con achaques crónicos. Chicas, voy de mal en peor.

He decidido que primero os pongo las del año de la tana, las bailables, que la vida ya es bastante triste, pero, a mi tal vez corto entender, las del final, las tristes, son las mejores.


Forget me nots
Patrice Rushen
Esta la conocí a través de una canción de George Michael, Fast love, que también os pongo.




She works hard for the money
Donna Summer
Un clásico. Esta la conocí por una película que ni recuerdo cómo se titulaba. Era malísima, pero típica de los 80. Una chica que desea ser bailarina pero trabaja de soldadora, se lía con el jefe, la cosa sale como sale... Mejor no cuento más que mi marido aún no me ha perdonado que le estropeé una película en la que le conté a la mitad que el asesino era... ¡je, je!




Fast Love
George Michael
A pesar de ser "bailable" esta canción tiene un trasfondo bien triste: alguien que dice no creer ya en el amor, que aspira sólo a encuentros esporádicos, cuando lo cierto es que echa de menos lo que una vez tuvo e intenta inúltimente olvidarlo de cuerpo en cuerpo.




Os dejo también la versión unplugged: mucho mejor.




Roxanne
George Michael
Versión de la famosa canción de Police, pero la música poco tiene que ver. Preciosa. Yo prefiero mil veces ésta, pero para gustos los colores.




This is not real love
George Michael, Mutya Buena
Triste, triste. Dúo con una cantante llamada Mutya Buena. Soy una inculta en lo que a música se refiere, por no hablar de otros campos, ni idea de quién es ella.




I can't make you love me
George Michael
Una versión, al igual que la de Roxanne y ésta triste de verdad, pero igualmente preciosa. No os la perdáis.



PD: Se me olvidaba, Feliz Navidad a ti también Ayslin y, por supuestísimo, al resto. Intentaré vencer la apatía que me invade últimamente y dejaros alguna historieta por Navidad.

Muchos besos a todas

martes, 18 de noviembre de 2008

Comentarios

Buenas noches,


Aislyn espero que te encuentres mejor, o que se encuentre mejor la persona de tu entorno que ha estado enferma.


Avenoc, espero que esa persona no grata no siga haciéndoos la vida imposible en el trabajo.


Andrea, dudo mucho que leas esto, pero que sepas que también me acuerdo de ti. He pasado por el fic y he visto que al menos le sigues dando a la tecla, lo cual me tranquiliza un poco.


Aislyn, la entrada del otro día era un agradecimiento a vuestro apoyo, a vuestros ánimos, a vuestra compañía al otro lado, que para mí significa mucho, me ha acompañado mucho en mi soledad. Mi soledad rodeada de gente. Últimamente estoy un poco desanimada y llevo bastante sin escribir. Tampoco es que se pierda mucho como diría mi madre ;-P.


Rosas, me alegre de que te guste la historia. Es la ventaja de no ser una "lionista" y no tener que alargar con tonterías varias hasta la saciedad. Ya nos apañamos mi lentitud y yo de ello :-).


Como ya os comenté alguna vez en el blog, nunca había escrito nada hasta que empecé con las reconciliaciones de Al y Bea. En el instituto y la Universidad me ponía "mala" cada vez que me tocaba escribir algún trabajo, odiaba escribir, se me daba fatal. Lo cual no quiere decir que ahora se me dé bien, simplemente lo he encarado de una forma diferente. Ahora es como una pequeña droga, una vez que lo has probado no lo puedes soltar. Aunque vayas a paso de tortuga como voy yo. También es una decepción, frustración por no saber hacerlo como a mí me gustaría. Por ejemplo, os comenté que mis historietas "mimadas", por así decirlo, han sido: "En vela", "El sabor de otros labios", "Fantasmas", "¡Mío!".

Con "En vela" me hubiera gustado poder transmitir el dolor de ella, que había pasado en un instante de ser feliz y estar segura de los sentimientos de Diego, a estamparse contra su ira. Cuando a la mañana siguiente (en "Decisiones") se derrumba al oler la colonia de él y sentir su presencia por un instante.

En "El sabor de otros labios" me hubiera gustado transmitir la desilusión de él al mirarse en unos ojos y no encontrar lo que busca, la tristeza y el dolor que no quiere reconocer cuando besa unos labios que no le saben a nada.
Con los pensamientos de Anna quería mostrar como había sido Diego hasta el momento con las mujeres: deja claro que aquello es un mero intercambio y evita cosas demasiados personales, como los besos. En la primera noche con Carla, cuando Diego la besa por primera vez, él menciona que no es demasiado partidario de besos. Y cuando va a casa de ella en Londres la primera vez y la besa le dice lo mismo: no suele besar al resto.

En "Fantasmas" me hubiese gustado que vierais a Diego buscando, en un espejo, un reflejo que sabía que no existía. Que pudieseis imaginarle cerrando los ojos al recordar cuando ella le susurraba en la intimidad que la gomina no le dejaba pasar los dedos entre su pelo. Cuando más tarde reconoce, en "Debilidad", que había dejado de echarse la gomina unos días (para darle a ella el capricho) y que echa en falta momentos como ese.


En "¡Mío!" también hay un montón de detalles que paso a explicar:
  • El dolor que siente al creerla embarazada de otro hombre, el pensar que ella le ha olvidado al día siguiente.


  • Reconoce que no quería dejarlo (relación perdurable). Como una vez comentó alguna de vosotras, creo que Aislyn, era algo que él quería conservar. También habla del nivel de confianza que ha adquirido con ella. Él siempre utiliza protección. Comenta que no quiere riesgo alguno: ni de salud ni de posibles hijos no deseados. Con ella se plantea utilizar otro método: compartirlo todo y dejar de controlar él mismo algo tan delicado como el tema embarazo.


  • El embarazo es algo que ya ha ocurrido. Creo que ya habéis entendido por qué Carla tenía que quedarse embarazada: porque si no nuestro querido merluzo (como lo calificó, muy acertadamente, una vez Malagueña), aunque se hubiese muerto de dolor, no habría dado su brazo a torcer, no habría ido a buscarla. Aislyn acertó al decir que al enterarse de que el hijo es suyo ha visto las puertas abiertas: es la excusa que necesitaba para ir a por ella.


  • El trasfondo de la noche de Copenhague es muy fucsia, lo sé y no lo he podido evitar. Jugando en la cama, lo cual ya dice algo de la relación que tiene con ella, no le veo yo jugando con el resto, ella le dice, a su manera, que le quiere. Él, que no reconoce sus sentimientos, es perfectamente consciente de los de ella. (La primera vez que se acuerda de ella después de dejarlo, el primer fin de semana tras hacerse con la dirección de Bulevar, él admite que a ella le ha dolido la ruptura: sus ojos habían reflejado dolor aunque su porte y sus palabras quisieran ocultarlo.)


  • Y sí, es un poco egoísta al ponerse furioso porque ella no le ha dicho que va a tener un hijo, algo que también es de él, pero no es la única razón de su enfado.

¿Me permitís que os haga una pregunta importante para mí?
¿Seguiríais leyendo si el protagonista, en lugar de llamarse Diego de la Vega, se llamara, por ejemplo, Jaime del Río, sus hermanas Lara y Paula, y Al y Bea no existieran?

¡Uf! Que me enrollo y me toca levantarme en nada para ir a trabajar. Me quedé dormida un par de horas en el sofá y, luego, al despertarme, me desvelo y así me pasa. Entre eso y el fucsia, que ya os he dicho que es una especie de droga... Mañana por la tarde me arrastraré más que correré detrás del pitufo.

Muchos besos para todas

PD: Os dejo una canción que descubrí un día buceando por youtube: la sintonía de Betty La Fea, culebrón que no vi, pero la canción me hace gracia. Debe de ser por aquello de que una también es fea, pero, en mi caso, sin remedio. ¡Qué se le va a hacer! :-P




Buenas noches

viernes, 7 de noviembre de 2008

Agradecimientos

Buenas noches,

Sólo quería agradeceros a todas los ánimos que me habéis dado durante este último año, vuestros comentarios, vuestro tiempo.
No os olvido a ninguna:
  • Andrea, por nuestros mails, sus capones virtuales y sus ánimos, para que se anime ella un poquillo.

  • Ayslin, Malagueña, Noa, Rosas, que siguen al pie del cañón desde el principio.

  • Rosann, que se unió al grupo un poco más tarde.

  • Avenoc, B13, Jurasic (gracias por tu mensaje de este verano), Mónica (espero que estés bien), Uña de Gato (se echan de menos sus comentarios "cítricos", aunque estos lo fueran sólo con la serie). Hace tiempo que no sé nada de ellas, pero no las olvido.

  • Patricia, deseo que todo le vaya bien con su pequeño Daniel, que acabo de enterarme de que ya ha nacido.

  • Raquelilla, por nuestros mails y nuestra paciencia con los peques. Espero que me comente cuando pueda leer algo.

  • Imperdonable por mi parte, el otro día me olvidé de María (que cayó en el detalle del vestido rojo en Copenhague) y Meri que me tiene en ascuas sin saber qué opina de la historia ;-).

Espero que mis historietas os hayan hecho pasar algún rato entretenido y sobre todo, espero no haberme dejado a nadie en el tintero.

Un beso muy grande para todas.

martes, 4 de noviembre de 2008

Desvaríos II

Hola chicas,
De nuevo otra decepción, lo siento.
Me he dado cuenta de que en mi perfil no os he puesto absolutamente nada de mí. Quizá algún día. De momento os dejo una reflexión, un deseo, que he escrito sobre la marcha.

Por cierto Aislyn, los versos del otro día estaban hechos para Carla, pero quizás tengas razón y le peguen más a Diego. A vuestra elección :-).

Espero que tengais un buen día.

Besos

Cierro los ojos, respiro... Soy carne de ciudad, del ruido, de las prisas, del no parar. Pero a veces quisiera detenerme e imaginar el olor de de la primavera, de la hierba mojada con su aroma tan característico, la agradable brisa fresca, los campos moteados de rojo, blanco y amarillo entre el verde. Las preciosas y diminutas flores de los cerezos. O el cantar del verano, el rumor de las hojas mecidas por el viento. Las de los olmos, ¿o serán chopos? Creo que son chopos. Un recuerdo de las vacaciones de mi adolescencia: la música de los árboles. Este verano fui con mi hijo y volví a escuchar esa melodía, sin duda una de mis favoritas, y en la cara el suave viento del atardecer de la meseta en agosto.

A veces deseamos cosas, objetos materiales, que no son la clave de la felicidad. Creo que el secreto está en disfrutar de las cosas más insignificantes, de los detalles que los demás olvidan, ante los que pasan de largo. Un paseo en otoño, con sus colores en tonos ocre y marrón, el color de la tierra, olvidarnos de todo por un momento.

PD: Después de leer esto, creo que mi amiga tiena razón... soy una cursi.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Desvaríos

Hola a todas,

Lamento decepcionaros, no es una nueva historieta, sino tan sólo desvaríos de la autora, como reza el título de la entrada. Y es que a las horas de la madrugada, las 3:36, en las que me dio por escribir esto, no se me pueden ocurrir otra cosa que desvaríos.

El viernes le pasé a mi amiga unas líneas de la última historieta en la que estaba trabajando y poco más o menos me dio a entender que era cursi.
Pues nada, soy una cursi y, puesta a ser cursi, intentaré superarme. Os dejo mi última locura: unas pocas palabras en forma de verso, completamente libre. Los primeros versos que escribo y, ala, así, de sopetón. Ya podréis imaginar lo que ha salido: un churro.
No seáis muy duras, que ya sabéis cómo acabó Don Quijote de mucho leer y poco dormir. Pues yo, de mucho darle al rosa y poco dormir ;-).

Besos para todas


Tu nombre

Tu nombre... palabra maldita,
palabra amada... palabra embrujada.
Lo pronuncio para mis oídos
o muda, para que sólo lo escuche mi alma.

Tu nombre... unas veces me revive,
las más me mata.
Mi cuerpo entero se estremece
con sólo pensar tu palabra.

domingo, 26 de octubre de 2008

39. Noticias

¡Corcho! ¡El móvil siempre sonaba en el peor momento! Si Murphy no lo añadió a sus leyes se debió a que por aquel entonces los móviles no existían, no a la falta de veracidad. En lo más interesante: con Alvarito intentando rebatir la propuesta de Diego. Álvaro ya no era director, pero seguía manteniendo sus acciones, lo cual le daba derecho a asistir a las juntas. Y, por más que quisiera negarlo, esta vez sus argumentos no se sostenían. Parecían más producto de las rencillas entre ambos que de una razón fundada. Tras sólo un par de tonos el móvil se calló sólo. Pero, apenas le había dado tiempo al ex director a seguir con su discurso, cuando el dichoso teléfono volvió a sonar. Para colmo Paula le había cambiado el día anterior la melodía por una nada discreta. Todas las miradas se dirigieron hacia ella.
- ¡Ya lo apago! - Número desconocido. Seguramente propaganda... ¡No! Lo silenció y se levantó. - Si me disculpáis. Será sólo un minuto, tengo una avería en casa y llevo dos días esperando al fontanero. No sabéis lo que es ducharse con agua fría. Continuad sin mí.
Descolgó apenas salir por la puerta.

Su salida no sentó muy bien a los demás asistentes, especialmente a Diego, que prosiguió con la reunión deseando que ésta acabase lo antes posible. Sin embargo, su atención no estaba en lo que su principal opositor decía. No le escuchaba. La excusa de su hermana no sonaba demasiado convincente, su expresión de sobresalto tampoco. De pronto una idea surgió en su cabeza y abandonó a su vez la sala, ante los atónitos presentes, sin molestarse en dar explicación alguna. Se hallaban en su despacho. ¿Dónde habría ido? Se encaminó hacia el suyo propio. Abrió la puerta. Allí estaba. Confirmaba su sospecha. No necesitaba un sitio retirado para hablar con el fontanero. Fue hacia ella y le quitó el teléfono de la mano.
- ¿Sandra?
Cerró los ojos. Su voz al otro lado.
- Sandra, ¿estás ahí?
La misma que oía antaño. Primero una vez por semana, después, en los últimos tiempos, hasta tres. La voz enmudeció, un click la sustituyó. Había colgado.

Sandra le había observado en silencio. Había reconocido la señal. Era un juego que tenían ambas cuando eran muy jóvenes. Indicaba vía libre de orejas indiscretas. Diego se volvió hacia ella, en busca de una explicación, sólo le dijo:
- Es una niña. - Carla acababa de visitar al ginecólogo y la había llamado para compartir la buena nueva con ella: era una niña y, a pesar de los resultados de unas pruebas iniciales, la última había sido concluyente, el bebé estaba bien.
¡Niña! Buscó en la lista el número llamante: desconocido. ¡Ni eso! Impotente, estampó el teléfono contra la pared lleno de rabia.

Cayetana les había seguido. ¿A qué estaban jugando? ¡No podían abandonar la junta a su capricho y dejarles esperando! Abrió la puerta justo a tiempo para ver a Diego lanzar el móvil.
- ¿Se puede saber qué os pasa a los dos? - Cada vez estaban peor, las miradas y palabras que cruzaban expresaban puro odio, pero aquello era la gota que colmaba el vaso.
Diego salió sin abrir la boca.
Miró a Sandra:
- ¿Va a contarme alguien qué es lo que ocurre?
- Creo que deberíamos suspender la junta hasta mañana.
- No me refiero a eso. Lo que quiero saber es lo que os sucede a vosotros.
- Es mejor que te sientes, Caye.
- ¡Por fin! Ya era hora de que dejarais de mantenerme al margen.
- Vas a tener una sobrina.
- ¿Vas a adoptar a otra adolescente? No estoy de acuerdo Sandra, pero es tu vida. No lo veo motivo para que Diego y tú estéis en una pelea continua.
- No Caye, esta vez no se trata de mí.
- ¿Entonces?
- De Diego.
- ¡Diego!
- Sí. Va a ser padre.
- ¿Cómo? ¿Con quién?
- Con Carla.
No salía de su asombro.
- Pero... si vive en Londres...
- Vivía. Se reencontraron cuando ella hizo el reportaje para la revista y empezaron a salir juntos. - Los ojos de su hermana asemejaban dos platos – Se veían los fines de semana.
No podía creer lo que oía. No imaginaba a su hermano viajando los fines de semana a Inglaterra para estar con una mujer. Ahora entendía algunas cosas: aquellas semanas de buen humor, su interés por las obras de teatro a las que había asistido últimamente, con quién habría ido a ver “Cabaret”... el cambio radical desde su regreso a la empresa.
- ¿Qué pasó?
- Nuestro querido hermano, como es su costumbre, la fastidió. Carla no le contó que estaba embarazada y cuando él por fin se enteró, ella había desaparecido. Aunque no lo reconozca, está desesperado por encontrarla.
- ¿Desde cuando estás al tanto de todo esto?
- Desde el día que él intentó hacerse con el poder. Ella nos descubrió en plena discusión. Lo dejaron y me lo confesó todo. Diego no me perdona que estuviera enterada y se lo haya ocultado.
- Yo tampoco lo haría.
- Se lo prometí a Carla y, en cualquier caso, no me correspondía a mí darle la noticia.
- ¿Cómo lo ha sabido?
- De la peor forma: por la prensa.


Cerró el móvil. Se llevó la mano al vientre. Su niña. Lo único que importaba era que su niña estaba bien. Habían sido unas semanas horribles, llenas de angustia e incertidumbre. Cuando el médico le explicó que los datos que ofrecían los análisis preliminares eran sólo orientativos, pero pesimistas, le invadió la desesperación. El doctor le habló de su edad, de la posibilidad de la amniocentesis. La prueba implicaba riesgos, controlados, inferiores al 1%, pero riesgos. Le indicó que la decisión estaba en su mano, pero que era preferible que pasara el resto del embarazo lo más tranquila posible. Continuaba bastante débil y el estrés añadido no beneficiaría al bebé.
La simple palabra “aborto” la horrorizó. ¿Qué hacer? Durante días la preocupación le hizo sentir una opresión en el pecho que no la dejaba respirar. Resolvió salir de dudas y estar preparada para afrontar el resultado, cualquiera que fuera. Gracias a dios, el bebé se desarrollaba con normalidad.
Llegó a casa. Joel apareció corriendo:
- ¡Mamá!
Se agachó para darle un beso.
- Hola, cariño.
La niñera salió detrás del niño. Ante su aspecto cansado:
- ¿Se encuentra bien, señora?
- Sí, Beth, gracias. - Sonrió, hacía tanto tiempo que no podía sonreír de forma sincera.
- ¿Qué es? ¿Qué es? - Se interesó el pequeño.
- Vas a tener una hermanita. - Le hizo una caricia a su hijo que, tras ver satisfecha su curiosidad, fue de nuevo a jugar.
Se dirigió a la cuidadora:
- Voy a descansar un poco y después podríamos bajar al parque.
Su interlocutora asintió con la cabeza.

jueves, 23 de octubre de 2008

38. Sin rastro

¿Dónde diablos se había metido? Embarazada y con un niño pequeño... Parecía habérsela tragado la tierra. ¡Malditos ingleses estirados! Había viajado hasta Londres para comprobar por sí mismo que su hermana no le había engañado. Ni estaba allí, ni encontró rastro de ella.

Intentó engatusar al conserje de su casa, pensando que tal vez le habría indicado cómo contactar con ella o dónde enviarle la correspondencia. “La señora solicitó que se depositara en su buzón, como de costumbre”, obtuvo por toda respuesta. En su oficina tampoco pudieron darle detalle alguno. Había dimitido tiempo atrás y simplemente se marchó. Tras insistir consiguió que alguien de su entorno más cercano le recibiera. Tuvo que contenerse ante la mirada de aquella pelirroja, que le examinó de arriba y abajo, y le despidió de forma fría. Estaba enterada del lugar en el que se hallaba, estaba seguro de ello. Tal vez era ella misma quien le recogía el correo, pero no pudo sonsacarle nada. Le encaró con odio en los ojos. Había adivinado quién era él antes de hablar siquiera y pretendía protegerla a toda costa.

Pero lo peor fue la visita al despacho de su ex marido. En otra ocasión hubiera disfrutado de las vistas desde uno de los edificios de oficinas más impresionantes de la ciudad. En alguna otra. Acudió allí como última opción. Tenían un hijo en común, no podía negar conocer su paradero. Se presentó como un viejo amigo de toda la vida que deseaba verla. No como el amante que la buscaba, no como el padre del bebé que esperaba. Aquel arrogante había ojeado despectivamente su tarjeta y, altivo, le respondió que lamentaba no poder darle esa información sin conocerlo. Tentado estuvo de contarle qué papel había jugado en realidad en su vida, contestarle que, a diferencia suya, él tenía sangre en las venas y no agua turbia del Támesis. Pero no lo hizo. Regresó a Madrid con lo mismo que había llegado: nada. Carla había intentado borrar sus huellas y había dejado claras instrucciones de no desvelar su nuevo domicilio.


Joanna se quedó pensativa en el despacho de Carla, que ahora ocupaba ella. Cuando llamaron de recepción para comunicarle que un caballero solicitaba, de forma persistente, algún dato sobre la señora Marín, estuvo a punto de sugerir que le dejaran ir sin más. Pero cayó en la cuenta de quién podría tratarse y le hizo subir. Tenía frente a sí al causante de que su amiga hubiera abandonado un trabajo que le había costado considerable esfuerzo conseguir, su casa, su vida...

Alto, pero no en exceso. Carla le sacaría algunas pulgadas con tacones. De aspecto atlético: el traje a medida escondería unos músculos bien delineados. Moreno. Facciones proporcionadas, definidas, casi cinceladas, que denotaban firmeza y seguridad en sí mismo. Un hombre atractivo.

¿Habría vuelto por el niño? ¿Por ella? ¿Por ambos? Su intento de intimidarla no le servía. Jamás la traicionaría. Ella debía tener una buena razón para alejarse y él no podría convencerla de lo contrario. ¿Debía advertir a Carla de aquella visita? ¿Avisarle que él intentaba localizarla? No se encontraba bien. Se vio obligada a dejar la revista días antes de lo previsto. Incluso tuvo que acompañarla al médico. Las náuseas habían empeorado, vomitaba hasta el agua, y su ginecólogo optó por ponerle suero para evitar una deshidratación aguda. Necesitaba tranquilidad y aquella noticia no haría sino restarle la poca que le quedaba. No era el momento.

jueves, 16 de octubre de 2008

Banda Sonora

Esto os lo dedico a todas y en especial a Andrea.

Andrea, ya sé que no es tu tipo de música, pero, de no ser por ti, no habría sabido ponerla y, tal vez, no seguiría dándole al fucsia. ;-)

Gracias por seguir al otro lado.


Hace mucho que quería poner la banda sonora de la historia de nuestros protagonistas, que la tiene. Realmente me hubiera gustado hacer vídeos, pero con mi maña, la falta de ella más bien; el intentar obtener imágenes, además de mi escasez de tiempo... difícil. Aún así hice un vídeo supersencillo, no esperéis gran cosa de él, que también os pongo.


A la banda sonora vamos.






0. Primera noche: "El rey tiburón" de Maná
Diego es, sin duda, el rey tiburón, que tiene todo, todo en su vida y, en realidad, está en soledad. Y ya sabemos a quien se comería a besos: a su sirena.

Y viene el Tiburón que tiene todo todo en su vida
Y en realidad está en soledad
Y viene el Tiburón que nunca encuentra sólo anda en busca
Busca su presa amor ya llegó, ya llegó el Tiburón

Soy el rey de la mar Tiburón
El que te come a besos
Pero yo soy el rey del mar Tiburón
El que te come mi amor
ay ay ay bom bom mi sirena de amor
Y ten cuidado del beso







1. Noche de Copenhague: "Cosas que pasan" de El Último de la Fila.

Siempre me ha gustado esta canción. Describe los sentimientos de Diego. Me parece idónea para la noche en la que ya sabemos que, por una vez, se olvidó de todo.

La letra del inicio:

Al ritmo de tus días,
al flujo de tu tiempo, vela que dominas.
Al vaivén que marcas, caprichosa, amor,
a tu calor, me arrimo.

Flor de pradera:
de ti necesito.
De tu esencia me impregné
y ahora estoy atado a ti,
y el sulfuroso reclamo
es el deseo que por ti siento.

Carla es precisamente eso: una "flor de pradera", hermosa y sencilla. Él se impregna de ella, de su esencia, de su naturalidad, de su calidez... Y, como dice la canción, el sulfuroso reclamo es el deseo que siente por ella.






2. En Vela
: "Con los hombres azules" de Manolo García.

Describe el dolor de Carla la noche tras dejarlo, sus sentimientos, todo lo que le ha dicho Diego. La diferencia es que ella no puede irse al desierto con los hombres azules, ella tiene que seguir adelante por sus hijos y por ella misma.

Sobre mis párpados vela
el gallo de la madrugada,
sobre el péndulo que la vigilia mueve.
Tus rotundas palabras, tu cortante gesto
son el gélido viento que silba
por las rendijas de mi pensamiento.
Y es tan grande la tristeza que hoy siento...

Aléjate espejismo del amor eterno,
sólo eres literaria veleidad.
Ni al peregrino das posada
ni al sediento agua
ni al que ansía saber muestras la verdad.

Detesto el tiempo, la ansiedad lamento.
Descansar sólo quiero, junto al calor del fuego,
Me amarro al momento, y lo único que poseo,
con los hombres azules irme al azul desierto.






3. El sabor de otros labios
: "Vendrán días" de Manolo García.

Describe a Diego buscando a Carla en otros ojos, otros besos, otros brazos. Lo que obtiene (caricias mercenarias) no le satisface, porque poco tiene que ver con lo que tenía (caricias sinceras). Se dice a sí mismo que ya se le pasará, que ya la olvidará.

Déjame beber de ti en los labios de mujer extraña,
que hoy necesito el calor de unos brazos
que apaguen mi vana esperanza.
Déjame desnudo de recuerdos. No los necesito.
Que hoy necesito buscarte sin miedos, en otros rostros buscarte.

Dame un lenguaje sin palabras para abrigarme que tengo frío.
Dame besos y caricias olorosas y descalzas.
Dame un mundo sin palabras que yo respire porque me ahogo.
Dame besos y caricias sinceras o mercenarias.

Déjame que escuche esa guitarra que hoy me falta el aire,
que hoy necesito besar otros labios creyendo que beso tus labios.
Déjame perdido en negra noche que hoy el dolor duele,
que hoy necesito buscarte sin miedos, en otros rostros buscarte.






4. Fantasmas
: "Sueño y muero" de Chambao.

Diego acompañado de sus fantasmas.

Excesivamente fucsia para Diego. Se admite la protesta. ;-)

Te cruzaste conmigo, aquel día
y de ese instante, sueño y muero
que en tus labios, quedo mi poesía
que en tus ojos, la luz que no encuentro

Lejos estás y cerca siempre
pues ya nunca me abandonas
que en mi alma hiciste hogar
y tan solo recordarte, me emociona

Algo en mi ser se desgarra
si no me ofreces tu acento
vivo buscando tus huellas
duermo, pensando en tus besos





5. Debilidad: "Tu recuerdo" de La Mari y Ricky Martin

Esta simplemente me encanta. Me imagino así las noches a solas de los dos.

"A veces gris, a veces blanco" le pega a Diego. Carla le recordaría a veces gris (o negro carbón más bien) a veces blanco.







6. De mal en peor: "Amapola" de YSB

Diego en su despacho, en teoría feliz porque casi ha conseguido lo que quería, y de ello intenta convencerse, pero la realidad ya sabemos que es algo diferente.

Aquí he utilizado las imágenes de Amapola, que me venían como anillo al dedo. En cuanto las vi pensé que eran idóneas para la historia de estos dos. Diego acordándose de Carla... su flor de pradera, su amapola.


Un "pequeño" detalle. He utilizado las imágenes de la serie porque no tengo otras. Pero, como me dijo una vez Mónica que le ocurría a ella, a mi Diego no logro ponerle la cara del de la serie. Y ahora que está tan delgado, que apenas se le ve, menos aún. Diego es un hombre fuerte, atlético. Se supone que se pasa los fines de semana de caza, pateando el campo, o si no en el gimnasio.
Para Carla he escogido unas imágenes de Monica Bellucci que, a mí particularmente, me parece guapísima. He intentado encontrar imágenes de sus primeros años de modelo. Para más tarde, cuando se supone que han estado juntos, he empleado unas imágenes de ella más mayor que tienen un aire cotidiano.



martes, 14 de octubre de 2008

37. En lo cierto

Tenía que confirmarlo. Si alguien podía hacerlo, esa era Sandra. Hubo una época en la que ambas parecían uña y carne. Carla fue a hablar con ella tras despedirse de él. Sandra lo sabría.

Entró en tromba en el despacho de su hermana y arrojó sobre su escritorio la revista que le había arrebatado a Bárbara.
- ¿Es cierto?
- ¿Dónde has dejado tu educación?
- ¿Es cierto? – Reiteró, señalando el semanario.
Sandra echó un ojo a la hoja que le indicaba. El nombre de Carla en el titular captó su atención de forma inmediata. Cogió la publicación entre sus manos y leyó para sí:
“George Manley y Carla Marín, tras un largo periodo de negociaciones, han hecho efectivo su divorcio. Algunas fuentes apuntan que el empresario podría formalizar ahora su compromiso con su novia, la modelo y actriz, Erinn Watson.
Por su parte, Carla podría haber rehecho también su vida. Hace poco renunció a su puesto de ejecutiva en W Woman y se trasladó fuera de Londres, donde ha regresado temporalmente con motivo de los trámites. Por el cambio que se advierte en su figura podría estar esperando un hijo con una nueva pareja.”

¡Tenía que llegar! ¡Sabía que tenía que llegar! Carla no era cualquiera, era muy conocida en los medios editoriales. Un par de apariciones en público con Álvaro habían tenido su reflejo en el papel couché. Le extrañaba que su relación con Diego no hubiera saltado a la prensa.
Miró a su hermano con aire indiferente, sin moverse de su sillón.
- ¿Y bien? Es una mujer divorciada. No veo que ello te incumba a estas alturas.
- No te hagas la tonta, Sandra. Sabes muy bien a lo que me refiero.
- Como comprenderás, la vida de su ex no me concierne en absoluto.
Diego apuntó al artículo con un dedo y la miró con fuego en sus ojos. Había entendido perfectamente su pregunta.
- ¿Te importa?
- ¿Es mío? - Su aspecto denotaba auténtica furia.
Se levantó airada, enfrentándose a él desde el otro lado de la mesa.
- ¿Necesitas preguntarlo? ¡Ya veo que no tienes ni idea de con quien has estado!

¡Era verdad! Estaba embarazada y... ¡era suyo! Reaccionó. En aquel papelucho ponía que había abandonado la ciudad. Se dirigió a su hermana:
- ¿Dónde está?
- ¿Acaso te interesa?
Apoyó las manos sobre la mesa para imprimir fuerza a sus palabras.
- No me hagas repetirlo una segunda vez.
- No lo sé. Me comunicó que se iba, pero no a dónde.
No la creía. Si le había confesado que iba a ser tía, también lo habría hecho con su paradero.
- ¿Pretendes que te crea?
- Sospecho que prefirió no arriesgarse. No se fiaba de tus métodos. No sé qué diablos le dirías, pero no quiere volver a oír nada de ti.

Su cara reflejó incredulidad. ¿No le había narrado la escena a la salida de Bulevar?
Sandra meneó la cabeza.
- Una vez más me demuestras que no la conoces en absoluto. Se lo guardó para ella. Jamás me lo hubiera contado. Como tampoco lo hizo motu propio con vuestro primer encuentro. Con sólo verla aquella mañana me di cuenta de que algo le pasaba. Un par de respuestas evasivas y unos silencios me bastaron para averiguar el resto.
Su hermano no pareció inmutarse, sólo replicó:
- ¿Dónde?
- Aunque estuviera al tanto, tú serías la última persona con quien compartiría dicha información. Y ahora, - tajante – haz el favor de salir de mi despacho.

¡Maldito genio de la Vega! Debería haberle dicho que no tenía de qué preocuparse, que el bebé era de otro. Pero había podido con ella el que dudara de los sentimientos de Carla, que pensara que se había metido en otra cama al día siguiente. ¡Su ira! No había mostrado la más mínima preocupación por ella. Embarazada, sola y, a diferencia de ella misma, ni siquiera le inquietaba saber cómo se encontraba. Tal vez Carla había estado en lo cierto al querer evitar esto. Quizás, aunque tarde, había comprendido cómo era su hermano.

36. ¡Mío!

Estrujó la revista en su mano. ¿Sería cierto lo que la cabeza de chorlito de Bárbara estaba chismorreando? Ella... ¿embarazada? ¿De quién? Sintió una ola de furia dentro de sí. ¿Tan pronto se había dejado caer en otros brazos? Descargó el puño libre contra la mesa con toda su fuerza. El dolor físico del golpe no pudo acallar ese otro que sentía en su interior. A él se le hacía insoportable el contacto con otras mujeres y ella... iba a tener un hijo con otro. No era suyo. ¡Imposible! No era ningún imprudente, siempre utilizaba protección. No era una norma, era un mandamiento. No estaba dispuesto a correr riesgo alguno en sus revolcones. Con ella tampoco... La usaron en todas y cada una de las ocasiones. Si bien, dado el cariz perdurable de la relación, llegó a pensar en proponerle emplear algún otro método.

¡Dios! ¡El sábado de Copenhague! - Se dejó caer en su silla. - Esa noche entendió el motivo por el que ella nunca bebía. Apenas una copa de vino y un par de sorbos del cóctel sirvieron... para animarla. Llevaba aquel vestido rojo que la convertía en el centro de tantas miradas. En esta ocasión no le molestaron. Que se contentaran con mirar. El que la tenía por las noches, entre sus brazos, era él. El vestido acabaría, de nuevo, a sus pies.

Una vez en la habitación, Carla, desinhibida, no recordó las acostumbradas precauciones... Hasta en eso había sido distinta. Con las otras era él mismo quien se ocupaba de ello, sin embargo, en sus noches, era ella quien se encargaba... con suma delicadeza. Puede que ella no estuviera en disposición de acordarse de tales menesteres, pero él sí. ¿Por qué no lo hizo? ¿Tal vez el alcohol le afectó más de lo que había imaginado?

Miró a la nada. La evocó encima de él, bromeando: “Señor de la Vega, voy a tener que aprovechar que le tengo en mi poder, y que hoy estoy un tanto achispada, para confesar... que me tiene usted... atrapada.” Dio media vuelta en la cama con ella. Ahora sí que estaba atrapada. Esperaba oír su risa, pero no fue así. Sólo esbozó una sonrisa y le susurró “mi amor”. Sus ojos ya no se burlaban, no había rastro de ironía en su voz. No albergó duda alguna sobre la sinceridad de aquellas dos simples palabras. - Apoyó la cabeza en su aún dolorida mano.- Y él, que no se permitía a sí mismo ningún fallo, la besó... y se olvidó del resto.

A la mañana siguiente era demasiado tarde para arrepentirse. Era una mujer sana, cuyo mayor vicio eran los dulces, y que elegía muy bien a sus compañeros de alcoba. No tendría por qué pasar nada. Jamás cruzó por su mente que, como resultado, pudieran tener un hijo. Su hijo. Si era suyo, ¿por qué diablos no se lo había comunicado? ¿Acaso creía que por haberlo dejado se desentendería de todo?

De pronto vino a su memoria la imagen de Carla abrazada a su cuello aquel fatídico lunes: “tenemos que hablar de algo muy importante”. Tras lo sucedido, no había dado consideración alguna a esas palabras. Y, después, al despedirse de él ante la puerta de Bulevar, había enfatizado un “todo lo que te pierdes”. Si había algo primordial en la vida de Carla, era su hijo. Para ella no había nada más importante que un hijo.

¡Maldición! ¡Ella lo sabía! Sabía que estaba embarazada, que esperaba un hijo suyo, y se fue sin decírselo. Si se lo hubiera revelado aquel último fin de semana, él jamás habría... La ira se apoderó de él. Nada le daba derecho a ocultárselo, a negarle algo que también era de él, a privarle de su hijo.

domingo, 12 de octubre de 2008

35. Debilidad

Furioso, echó a Richard de su despacho. No permitía que nadie, y menos un afeminado, por muy conocido de toda la vida que fuera, pusiera en tela de juicio su actividad sexual. Todo por negarse a contratar a la modelucho que él había seleccionado. Le indicó que acudiera a las agendas de Gonzalo y Alvarito. Seguro que allí le sobraban candidatas donde elegir. Fue entonces cuando él, evidentemente molesto, comparó sus gustos en mujeres. ¿Quién diablos se creía? ¿Pensaba que aquel par de ineptos sin dos dedos de frente eran mejores que él por intentar tirarse a cuanta minifalda se cruzara en su camino? Él sabía mantener ese tipo de asuntos en un plano aparte. Además, prefería las arquitectas, economistas, abogadas. Las mujeres con cerebro, aunque sólo fuera para pasar un buen rato.

Lo que le sacaba fuera de sí era que no le faltaba razón. Había pasado de una vida sexual plena a una... desastrosa. Hasta la fecha, los jadeos y gemidos de sus compañeras de alcoba le habían proporcionado el placer de las cosas bien hechas. Ahora llegaban a irritarle... porque no eran los suyos. Le gustaba escuchar los de ella, le estimulaban, le excitaban. La presión de unos dedos sobre sus hombros, antaño otro motivo de satisfacción, apenas soportable sabiéndolos distintos a los suyos. Los roces de ellas... prácticamente insufribles al cerrar los ojos y recordarla recorriendo su cuerpo. Sus manos, su boca. Inevitable la comparación entre los intercambios habituales y lo que había saboreado a su lado.

Pero, para su absoluta sorpresa, lo que añoraba eran los momentos de callada intimidad, a los que nunca concedió importancia. Los ratos en el sofá cuando ella, tras acostar al niño, y ganar por unos días su particular batalla contra la gomina, jugaba con su pelo. Cuando, envuelta en sus brazos, le miraba con aquellos ojos que hablaban sin necesidad de palabras. O el calor de su piel desnuda al dormir. Instantes de debilidad en los se planteaba si olvidarla no sería la opción equivocada e ir a buscarla la correcta. A diferencia de él, no era orgullosa, pero sí tenía amor propio. Estaba seguro de que le daría con la puerta en las narices. Él no era ningún pusilánime que se dejara doblegar por un sentimiento, cuanto menos para gimotear frente a su cancela.

34. De mal en peor

Había olvidado el móvil encima de su mesa, tuvo que regresar a por él. La oficina estaba desierta, a excepción de la luz en el despacho de Diego. No le extrañó. ¿Descansaría alguna vez?

Con el teléfono por fin en su bolso, descendió en el ascensor. Al abrirse encontró una estampa que no hubiera imaginado: su hermano, maletín en mano, delante del cartel del reportaje que Carla había realizado meses atrás. La expresión de su rostro dejaba claro que el sufrimiento había comenzado. Pulsó el botón para mantener las puertas abiertas. No quería perdérselo ni que él detectara su presencia. Le vio salir. ¿Se repetiría aquel mudo saludo cada noche?

Cuando llegó a la mañana siguiente la foto de Carla había desaparecido de la entrada. Se instaló en su cómodo sillón, delante de un aromático capuchino, antes de enfrentarse a la pila de informes que había en su escritorio, y a los que Diego ya habría anexado sus propios comentarios. Debía reconocer su incansable labor como director. Alvarito tenía percha, pero, al comparar las gestiones de ambos, no había color. La situación de Bulevar había mejorado de forma considerable. La de la revista, no la de su hermano. Trabajo, sólo trabajo. Trabajo para cerrar los ojos a lo que era cada vez más evidente: la echaba de menos.

Se disponía a darle un sorbo a la taza cuando Caye llamó con los nudillos.
- ¡Buenos días! ¿Puedo pasar?
- Adelante. ¿Te pido un café?
- No, gracias. Ya he desayunado. Quería hablar contigo.
- Tú dirás.
- Sobre Diego. - Mientras se sentaba en una de las sillas.
- ¿Qué ha hecho ahora?
- ¿Tienes idea de qué le ocurre?
- ¡Qué cosas tienes! ¡Qué le va a pasar! ¡Qué es Diego! ¿Te parece poco?
- Últimamente no es el mismo. Se pasa la vida metido en el despacho. Desayuna allí, come allí. A veces pienso que hasta duerme.
Por lo visto no era la única en haberse dado cuenta del cambio de su hermano.
- Sabes que jamás se ha distinguido por relacionarse con los que él considera... seres inferiores.
- Sí, pero ahora vengo de calmar a Richard tras la trifulca que han tenido esta mañana.
- ¿Con Richard?
- A Richard no le ha hecho gracia que Diego ordenara descolgar la portada de la edición de marzo.
La de Carla.
- Estaba orgulloso de ella. – Continuó Cayetana. – Le ha reprochado que quitara esa y mantuviera la de “Las Feas”. Así que, nuestro hermano, ha mandado retirar ambas.
- ¡Vaya! ¿Le ha dado por finiquitar algo más? Cuando empieza no para.
- Las modelos.
- ¡Cómo! Creía que lo suyo era disparar a los ciervos.
- No te burles. Richard ha montado en cólera cuando Diego se ha negado a contratar a la modelo que había elegido.
- ¿El motivo?
- No era de su agrado. Le ha dicho que escogiera cualquier otra.
- ¡Caramba! ¡Nos ha salido otro Alvarito! Imponiendo sus gustos en mujeres.
- Richard le ha replicado que Alba Pereira era una de las mejores. Casi llegan a las manos cuando Diego le ha respondido que modelos de medio pelo sobraban a patadas.
- No te preocupes. No creo que la cosa sea para tanto.
- Eso es porque no has tenido que aplacar a Richard.
- Tenemos presupuesto. Podemos darle libertad a la hora de seleccionar otra. Eso lo apaciguará un poco.

Alba Pereira seguía el prototipo de las musas de Richard: morena, hermosa, con una elegancia innata. Una mujer del estilo de Cayetana... y de Carla. La cosa estaba peor de lo que pensaba. No sólo no quería verla a ella, tampoco a ninguna que se la recordara.

domingo, 5 de octubre de 2008

33. Fantasmas

Cerró la puerta tras de sí. Atrás quedaba la ruidosa ciudad. Dentro, sólo le esperaba silencio... y soledad. Una soledad con la que siempre había convivido, pero que en los últimos tiempos se le hacía insoportable. Al dejar el llavero sobre el posallaves, el espejo del recibidor de diseño le devolvió, por un instante, la imagen de ambos besándose. Era un espejismo. Al mirar de nuevo, el reflejo sólo le mostró su rostro agriado y el traje negro que lo acompañaba. No debería haberla traído aquel sábado.

Necesitaba una copa. Se dirigió hacia el mueble bar del salón. Allí estaba a salvo de visiones. Se sentó en el sofá tras probar la bebida. El encuentro con Anna había reavivado recuerdos que le asaltaban a todas horas. No podía imaginar que la echaría tanto de menos. Se decía a sí mismo que era normal tras más de dos meses con ella, cuya cama podía considerarse un placer... dulce y salado, suave e intenso. No era fácil encontrar una mujer así. Anna era lo más parecido, o eso creía hasta el momento. Después de la cita con su abogada favorita pensó en alguien puramente interesado, como Nicky: llegar, acostarse y marcharse. Sin lugar para conversación o para algo personal... como besos. Antes le complacía... Ahora le había dejado un gusto amargo que el fuerte licor no era capaz de borrar.

En su dormitorio le asaltó otra imagen de aquella noche: el vestido de Carla resbalando por su cuerpo hasta el suelo, su mirada al abrir los ojos. Aquel par de negros verdugos que, junto al sabor de sus besos, le acosaban. La bruja se hacía difícil de olvidar.

Apagó la luz. Debía descansar. Tenía la agenda repleta para el día siguiente, desbordada. Sandra se burlaba constantemente: “¿Pretendes despedir a toda la plantilla y llevar la empresa tú solo?”. Trabajar le ayudaba a no pensar. Cerró los ojos. Los abrió horas más tarde para encontrar... su espalda desnuda, su melena sobre la almohada. Extendió el brazo para alcanzar su hombro, pero su mano sólo halló aire justo en el momento en el que sonó el despertador. ¡Maldito trasto! Había pasado media noche dando vueltas y sonaba cuando al fin había conseguido dormir. Se levantó. Le esperaba una dura jornada. Se afeitaría, tomaría la acostumbrada ducha rápida y saldría hacia Bulevar.

Sintió el chorro fresco en el que se preveía otro asfixiante día de calor. Dejó correr el agua sobre él deseando que pudiera llevarse consigo aquella desazón que no le abandonaba. ¡Qué diferente de aquellas otras duchas en su compañía! Cerró el grifo y se secó de forma mecánica. Gomina en mano se miró en el espejo. Entornó los ojos para escuchar el eco de un “me impide pasar los dedos entre tus rizos”. Su pelo rizado era el culpable de que utilizara gomina. El suyo era liso y sedoso.
Traje negro, corbata oscura. Todo sin cambio. Una de sus sobrias camisas. Las ocasiones en las que ella se las ponía... Aquel día la rutina de aseo le estaba resultando una ardua tarea. Por algún motivo que no llegaba a entender, la tenía presente de forma constante. Su colonia. Contempló el frasco, uno nuevo, el anterior lo había olvidado en Londres. Renegaba de la gomina, de sus trajes, de sus corbatas... Excepto de su fragancia, ésta le gustaba. Recordó el último fin de semana solos, en Praga. Vestidos para bajar a desayunar se acercó a él, rozó su cuello con la nariz y le susurró “¡qué bien hueles!” de tal forma... Tuvo que llevarla de nuevo a la cama, entre risas y protestas: “¿Es que nunca tiene usted suficiente, Señor de la Vega? Voy a empezar a pensar que me utiliza para el sexo.”

Sexo. Él jamás había sido dado a los excesos de Alvarito. Para él siempre había sido un mero entretenimiento, en ningún caso una obsesión. Sexo fue lo que tuvo la noche pasada. Le dejó vacío y con una sensación de hastío profundo. En cambio, con ella, le llenaba... pero nunca le bastaba. Quizás... porque nunca fue simple sexo. La razón por la cual echaba en falta a su bruja a todas horas era... que la quería. La quería, y la había echado de su lado haciéndole creer que para él no había sido... sino sexo. Entre otras lindezas, la había llamado “capricho”. ¿Qué iba a decirle esta vez? ¿Que después de todo había admitido lo que sentía? No había vuelta atrás, jamás le admitiría de nuevo, se lo había dejado bien claro.

Apretó con fuerza su carísima “eau de cologne” y reprimió los deseos de llorar. Sólo le restaba seguir adelante... y olvidarla.

32. El sabor de otros labios

- ¿Piensas cargar a la empresa las horas extras?
Levantó la vista de la pantalla. Era su hermana. Sandra no paraba de azuzarle. Parecía regodearse en ello.
- ¿No sabes llamar a la puerta?
- Lo he hecho. Sólo que debías de estar demasiado ensimismado en tu tarea para oírlo.
- Alguien ha de trabajar en esta empresa de ineptos.
- Y tú has decidido hacerlo por todos.
- ¡Déjame en paz!
- A veces me pregunto que tomas para desayunar, Diego, que te agría para todo el día. Sospecho que has sustituido por limón el zumo de naranja que beben los demás mortales.
- No tengo tiempo para aguantar tus sandeces.
- Pues deberías tomártelo y relacionarte con el resto del género humano. Tal vez te sorprendería. - Salió del despacho cerrando la puerta tras de sí.

Consideró las palabras de su hermana. De su apartamento a la oficina y de vuelta a casa. Con la excepción de las cacerías los fines de semana. Los únicos compañeros que había admitido en los últimos tiempos habían sido el portátil y la escopeta. ¿Cuánto hacía que no salía y acababa la velada con una hermosa mujer? Desde... ¿Por qué demonios no había habido ninguna otra? ¿Acaso era él hombre de guardar estúpidas ausencias? Su hermana estaba en lo cierto: era hora de disfrutar un poco. Pero no le apetecía cualquier compañía, quería una mujer de verdad... ¡Anna!

Vio el nombre en su móvil: Diego de la Vega. Tras varios meses sin saber de él, tenía la desfachatez de llamarla. Tentada estuvo de no cogerlo, pero, con él, la diversión, sin complicaciones, estaba garantizada.
- ¡Cuánto tiempo, Diego! ¿A qué se debe tu llamada? ¿Necesitas asesoría legal? - Era una broma, dudaba mucho que precisara los servicios de una abogada matrimonial.
- No.
- Lo imaginaba. ¿Y bien?
- Invitarte a cenar.
- Sabes que soy una mujer con una agenda muy apretada.
- Eso es precisamente lo que me gusta.
- ¿Un halago?
- Lo pretendía.
- Tal vez intente buscar un hueco, aunque no garantizo que lo encuentre.


Entró con Anna en la habitación. Había escogido un hotel en la otra punta de la ciudad, uno en el que nunca había estado. Ella no pudo menos que bromear sobre su elección:
- ¿No podrías haber reservado en uno más remoto? Cualquiera diría que intentas evitar que tu esposa te pille in fraganti.
Aquellas palabras trajeron a su mente... olvidadas ironías. La contempló. Atractiva, inteligente, ingeniosa... Siempre fue un placer pasar un rato juntos. Se acercó a ella y cedió a la tentación de soltarle el pelo. Cerró los ojos. Deslizó los dedos entre su melena castaña... mientras los imaginaba entre oscuros cabellos.
A ella le extrañó el gesto. ¿Desde cuándo era dado a ese tipo de delicadezas?
Volvió a mirarla. Tenía unos bonitos ojos color miel, sin embargo, añoró perderse en otros… negros como la noche. No quería pensar. La besó. Al hacerlo, evocó... el sabor de otros labios.
Una vez en la vera de la cama empezó a desvestirla con suavidad. Ella correspondió haciendo lo propio con su chaqueta, su corbata, su camisa... Pero él... echó en falta un lejano mar de besos y caricias. Tumbados, la abrazó. No pudo evitar recordar… el calor de otros brazos, el aroma de otra piel.

Se vistió sin prisa. Anna le observó pensativa. ¿Qué diantres había pasado? ¡Diego besando! Diego no era partidario de besos. Los besos eran personales y él dejaba muy claro que aquello era algo impersonal. Para no gustarle, tenía que reconocer que besaba bien, realmente bien. No era el único detalle que la había descolocado. Hasta el momento cada uno se había quitado su ropa, que quedaba pulcramente colocada en sendas sillas. Si bien, era lo suficientemente galante para ayudarla con alguna cremallera. Ahora se habían desnudado el uno al otro y las prendas se hallaban amontonadas en el suelo.
Diego procuraba que su eventual pareja de alcoba gozara con él. Intuía que el motivo no era otro que ser el mejor en todo, lecho incluido, no su compañera en cuestión. En esta ocasión la había mimado como jamás hiciera en encuentros anteriores. Había puesto especial ahínco en que ella disfrutara. Aunque lo que más la desconcertó fue su mirada perdida. Solía saltar de la cama, nada más acabar, con cara de satisfacción. Esta noche permaneció sentado al borde unos instantes, con aire de tristeza. A diferencia de ella, el revolcón no le había complacido en absoluto. Sólo se le ocurría una explicación: una mujer. Una con quien el sexo habría sido... muy personal, y a la que era evidente que echaba de menos. Debería enfadarse, tal vez, incluso sentirse utilizada. Pero, el que alguien pudiera encontrar un hueco en el inexistente corazón de Diego, le pareció inverosímil y lo que provocó fue... su curiosidad. Sólo le preguntó:
- ¿La conozco?
Diego, sin querer entender la pregunta, no contestó.

miércoles, 1 de octubre de 2008

31. Náuseas

Se refrescó con agua. Levantó la vista. El espejo le devolvió, a juzgar por su palidez, la imagen de un fantasma. Cada mañana se veía obligada a recurrir a los “polvos mágicos” para poner algo de color en su rostro. ¡Aquellas náuseas! No cesaba de vomitar. No lograba retener nada de lo poco que comía. De seguir así, tendría que consultar a su médico.

Con tanta ida y venida, la plantilla en pleno se daría cuenta del embarazo de la directora de contenidos. “No Men Allowed”, así era como los graciosos se referían a ella por el número de proposiciones que había declinado desde su separación. Alguno incluso se había atrevido a sugerir que la infidelidad de su marido podría haberse debido a su, tal vez, poca disposición en la cama. Los “supuestos” caballeros británicos podían ser tan crueles como el resto si no conseguían sus propósitos. Los había rechazado a todos. Cerró los ojos e intentó contener la lágrima que pugnaba por asomar. A todos, salvo a él.

Oyó el ruido de la puerta al abrirse. No le convenía que nadie la viera con aquel aspecto. Respiró tranquila. Era Joanna, que entró visiblemente preocupada.
- ¡Dios Santo, Carla! ¿Me puedes explicar qué te pasa? Cada día pareces más demacrada. Por la oficina corre el rumor de que padeces un trastorno alimentario.
Intentó sonreír, pero su cara sólo reflejó una mueca. La gente, ante su pérdida de peso y las visitas al baño, había deducido que sufría bulimia.
- No, Joanna. Debemos hablar, pero no aquí. Vamos a mi despacho. – Ya no lo sería por mucho tiempo, en unos días lo dejaría libre. Acababa de presentar su dimisión. Había alcanzado un principio de acuerdo con George y le urgía abandonar la ciudad antes de que su estado se hiciera evidente.

Le señaló una silla mientras ella misma se sentaba en otra.
- ¿Vas a contarme por fin lo que te sucede?
- Estoy embarazada.
- ¡Cómo! – Aquello no se lo esperaba. - ¿Y el padre?
- Lo dejamos sin que pudiera decírselo.
- ¿No lo sabe?
- No. Y no debe saberlo. Te ruego la máxima discreción a ese respecto. Nadie debe enterarse.
- ¿En estos tiempos?
- Créeme, es lo mejor. -Tomó aire para continuar. - Dejo la revista.
- ¡No lo estás diciendo en serio!
- Sí. Me traslado fuera de Londres. Prefiero que tampoco se conozca a dónde.
- Empiezas a asustarme. ¿Con quién salías? ¿Con un capo de la Cosa Nostra?
Un nuevo gesto, intento de sonrisa, hizo aparición en su semblante.
- No. – Sólo con un alguien al no que no había querido ver como era en realidad.
- ¿Lo has pensado bien?
- He meditado sobre ello. No es una decisión tomada a la ligera. Más, cuando atañe a mis hijos. – A los dos. No había sido fácil encontrar un lugar que reuniera los requisitos. Deseaba irse de Gran Bretaña, no obstante, el sitio elegido debía estar relativamente cerca y bien comunicado con Londres, para que Joel pudiera ver a su padre los fines de semana acordados. Debía contar con un colegio internacional para que Joel pudiera continuar su educación en inglés, con un buen hospital para el nacimiento del pequeño...
- No es necesario que te diga que puedes contar conmigo, ¿verdad?
- No, Joanna. - Movió levemente la cabeza de un lado a otro. - Lo sé. Discúlpame por no haber mantenido antes esta conversación. Tenía que resolver algunos detalles y, sobretodo, no quería hablar sobre ello.

La contempló. Ahora comprendía el cambio desde la mañana que entró en este mismo despacho y ella ofrecía un aspecto triste. De todas formas, su actitud le parecía un tanto novelera y nada propia de ella. ¿Qué le habría hecho aquel hombre para que actuara así? Conociéndola, se quedaría con la incógnita.

martes, 30 de septiembre de 2008

30. Trabajo

Se repanchigó en el sillón. Su hermano acaba de salir enfurecido de su despacho. Tal vez debería aflojar un poco la cuerda, pero el juego le resultaba tan divertido... que no podía contenerse. Le encantaba hacerle saltar y últimamente era algo que lograba con suma facilidad. Supervisaba cada uno de sus movimientos. Diego necesitaba su aprobación para casi todo. No en vano ella seguía controlando la mayoría de las acciones de la revista. Aquello era algo que el orgulloso Diego no podía soportar. Debía admitir que lo hacía por puro placer, ya que había demostrado ser un excelente gestor. Muchísimo mejor que Alvarito. De haberlo sabido tal vez hubiera hecho antes el cambio.

Álvaro y Bea se sintieron traicionados cuando les comunicó su decisión: Diego pasaría a ser el nuevo director. A Bea sólo pudo decirle que confiara en ella, era temporal y tenía poderosas razones que no podía contarle. Ella no entendió que no hubiera agotado todas las opciones para solucionar la situación de la revista. Cualquier cosa era preferible a claudicar ante Diego. Cuando su motivo para actuar así era precisamente él.

Con Álvaro se fueron Bea y Gonzalo. Diego había asumido las funciones de los tres. No tuvo nada que objetar en cuanto a las financieras, que hasta el momento había realizado Bea. Su hermano era un hacha en lo que a finanzas se trataba, pero no era el más indicado para ejercer de director de publicidad. Las relaciones sociales no eran su punto fuerte. Sin embargo, le había sorprendido, resultó ser un buen negociador. Logró lo que no había hecho Gonzalo. Concertó reuniones con las empresas que habían retirado sus anuncios y no solo consiguió recuperar varios contratos, sino que se firmaron algunos nuevos de considerable cuantía. Ella asistió a aquellos encuentros en los que Diego desplegaba su mejor sonrisa. Pura apariencia. Al salir de la sala la sonrisa se borraba y su pétrea cara no podía ocultar la amargura instalada en su interior. Cada día ofrecía un aspecto más sombrío, ya ni siquiera les obsequiaba con sus antiguas ironías. Encerrado en su despacho, apenas salía para comer. El primero en llegar, el último en marcharse. No parecía tener vida fuera del recinto. Diría que necesitaba estar ocupado, trabajar sin descanso para no pensar. Aquellas cuatro paredes se habrían convertido en un refugio contra sus propios pensamientos. ¿Qué rondaría al frío hombre de negocios a solas en la oscuridad de su habitación? ¿Echaría en falta la calidez de su amante? ¿Buscaría olvidarla cada noche en otros brazos?

Lo cierto es que la única beneficiada en toda aquella situación estaba siendo la empresa, cuyas cuentas poco a poco se estaban saneando. En cuanto a ella, estaba obteniendo un máster en gestión empresarial... y otro en reacciones humanas. ¿Cuánto tiempo tardaría el hombre de hielo en derrumbarse? ¿Cuánto más en derretirse sus pies?
La que le preocupaba era Carla, no sabía nada de ella desde hace semanas.

miércoles, 23 de julio de 2008

29. Poder

Desplazó aquel sentimiento de amargura que le embargó tras la ruptura. Lo relegó a un oscuro y recóndito reducto de su cerebro. Como si nunca hubiera tenido lugar. No le sobraba el tiempo para malgastarlo en nimiedades. Esta vez tenía bien agarrada a Sandra y no iba a dejar escapar a su presa. Acababa de rozar el poder con la punta de los dedos, ahora sólo le faltaba sujetarlo con su puño. El ansiado puesto de director, y el control, de Bulevar, serían suyos. Esa panda de inútiles se enteraría de quién era él. El mismo al que habían apartado a un lado. Empezaría mostrándoles… a todos lo que era capaz de hacer. Las gestiones de Alvarito y de su hermana quedarían a la altura del betún.

Desde la llegada de Sandra las cosas parecían haber mejorado, pero, gracias a Olarte, ahora sabía que era pura apariencia, una ilusión de cara a la galería. Su hermana precisaba dinero de forma urgente. Las arcas vacías, las instalaciones y los equipos obsoletos... Al llegar se había visto en la necesidad de pedir un préstamo para modernizarlos. Un fallo en la distribución de la revista, la retirada de última hora de varios anunciantes importantes, y un estancamiento en la tirada de los dos meses anteriores, la habían puesto entre la espada y la pared. Su patrimonio, considerablemente mermado por la vida que había llevado, y por la compra de la antigua deuda, no podía hacer frente al pago que cumplía en breve. Ella intentaba solicitar una prórroga al banco, pero ya había concentrado varios pagarés en uno y era una cantidad demasiado importante. A la empresa no le convenía publicidad gratuita sobre una nueva bancarrota. Ahí era donde él entraba en el juego. Sandra le necesitaba. O lo que era lo mismo, necesitaba su dinero.

Le había otorgado un día para recapacitar sobre su “ofrecimiento”. ¡Qué menos que conceder un plazo de cortesía a su propia hermana! Si aceptaba el trato, él contaría con un jugoso paquete de acciones y propondría su candidatura a la dirección. Con el voto de Sandra y con el que le otorgaban sus, para entonces, recién adquiridos títulos, poco importaba el de los demás.

Sin embargo, algo no salió bien. La tarde siguiente la actitud de su hermana se aproximaba más al desafío que a la de un animal acorralado. Con un categórico “lo tomas o lo dejas”, le ofreció el puesto de director y acciones por un valor muy inferior al que sabía que ascendía lo debido. ¿Quién se había creído que era? ¿Cómo había obtenido una cantidad tan importante de un día para otro? ¿O acaso guardaba un as en la manga y no estaba tan arruinada como parecía? Había sido un error darlo todo por conseguido. La había subestimado, y parece que su hermanita había aprendido algunas cosas desde que estaba al mando. Lo tomaba. Obtendría el control desde dentro.

La noticia del relevo en la dirección no fue muy bien acogida por algunos. Sobretodo por aquellos que tuvieron que recoger sus cosas. Tuvo una semana ajetreada. A la toma del cargo debía sumar sus propios negocios, que no deseaba desatender. Alguien tan válido como él hallaría la manera de compaginar ambos. No tuvo un instante para considerar algo que no fuera trabajo. El problema se presentó el viernes por la tarde, al salir de la oficina. Se sintió sumamente extraño al entrar en su casa. Los últimos había partido directamente de su despacho hacia al aeropuerto, pero en éste no había ni maleta, ni avión, ni hotel... ni la bruja. Carla... No había dedicado ni un minuto a pensar en ella. A recordar sus ojos cuando se despidió: “adiós, Diego”, o el énfasis del “para siempre” que le siguió. Aquellos ojos habían reflejado el dolor que su porte y sus palabras casi lograron de ocultar. Nada debió suceder así.

Preparó sus enseres de caza. Después de tantos fines de semana fuera, éste no le apetecía quedarse en Madrid.

miércoles, 9 de julio de 2008

28. Decisiones

Estaba a punto de amanecer. Comenzaba un nuevo día. Debía continuar con su vida. Se dirigió a darse una ducha. En el baño descubrió el frasco de colonia que él había dejado olvidado la víspera. Estiró el brazo para cogerlo de la estantería. El señor de la Vega era, sin parecerlo, un tanto coqueto: su champú, su gomina... su colonia. Impelida por algún resorte lo abrió y dejó escapar unas notas de aroma. Entornó los ojos y contuvo la respiración. Diego... No pudo evitar llorar con aquel frasco entre sus dedos, derramar las lágrimas que había contenido desde la tarde anterior.

Entró puntual en su despacho, como cualquier otro martes, y se sentó. Levantó el auricular para telefonear a Sandra.
- ¿Diga?
- Soy yo.
- ¡Carla! ¿Estás bien?
- Sí. Quería preguntarte si habías considerado mi propuesta de ayer.
- No acabo de verlo. Ese dinero es tuyo. – Carla le había ofrecido, para ayudarla, los ingresos que obtuvo como imagen de la empresa de Teresa Trigo.
- Te dije en su día que no lo necesitaba. Además, no hice ningún trabajo adicional al reportaje de Bulevar para conseguir ese contrato.
- Reportaje que realizaste prácticamente gratis.
- Insisto.
- No te niego que me vendría bien.- Aunque seguía sin ser suficiente, le permitiría un pequeño respiro y una posición más fuerte frente a las ambiciones de Diego. - Sólo lo aceptaré como préstamo.
- Como quieras.
- Les comunicaré a mis abogados que redacten los documentos pertinentes.
- No necesito papeles, Sandra.
- Lo prefiero así.
- De acuerdo.
- Ofreceré como garantía un paquete de acciones de la revista.
- No. – Un no rotundo.
- No lo admitiré de otra forma. Además, en caso de problemas adicionales, no podrían estar en mejores manos que custodiadas por la madre de mi sobrino.
Cerró los ojos. Había tomado una determinación, pese a que no le gustara.
- Sandra... he decidido no contarle nada... al menos por el momento.
- ¿Estás segura?
- Mi hijo no merece un padre sin moral ni conciencia. - Un hombre que era capaz de todo con tal de lograr sus objetivos.
Sandra meneó la cabeza. Diego no tenía ni idea de hasta qué punto la había armado esta vez.
- Sé que es tu hermano, no obstante, te ruego que no se lo digas.
Podía comprenderla. Sin embargo, le pedía algo con lo que era imposible que estuviera de acuerdo o que fuera imparcial. Aunque tal vez era mejor que no conociera la verdad de forma inmediata, darle tiempo para reflexionar. En cualquier caso no le correspondía a ella darle la noticia, sino a Carla.
- Puedes confiar en mí.
- Gracias.
- ¿Qué vas a hacer?
- Estoy evaluando abandonar Londres. - No quería arriesgarse a encontrarlo algún día de nuevo frente a su puerta.
- ¿Adónde irías?
- No lo sé.
- ¿Me mantendrás al corriente?
- Te llamaré.

Apenas había colgado cuando Joanna llamó a la puerta con la intención de solicitar su opinión sobre el enfoque fotográfico para un artículo. Carla tenía un gusto exquisito y amplia experiencia en el tema. Con sólo verla supo que le había ocurrido algo. A ella, no a Joel. De haberle sucedido algo a Joel ella no estaría allí. Sabía que no querría hablar del tema, si bien sospechaba que aquel misterioso hombre con el que salía tendría mucho que ver.
- ¿Te encuentras bien?
- Sí, una noche de insomnio. ¿Algún problema ayer en mi ausencia?
- No, sólo requiero tu sabio consejo. - Lo dijo con una mueca de broma, pero ella ni siquiera reparó en ello.
La contempló mientras analizaba el contenido de la carpeta que acababa de entregarle. El viernes era una mujer feliz, con un brillo intenso en los ojos, como cada vez que se acercaba el fin de semana. Solicitó el lunes por asuntos personales y hoy... sus ojos sólo reflejaban desolación. Dudaba mucho que hubiera sido una simple pelea, habían vuelto a hacerle daño.


Tras la conversación Sandra mostraba cara de preocupación. No le agradaba dejar a Carla embarazada y sola. Joel era su única familia.
Entre unas cosas y otras apenas había pegado ojo en toda la noche. El viernes se agudizaron los problemas de la revista. Se proponía tratar en persona con el banco, solicitar un aplazamiento de los pagos pendientes, pero la aparición de su hermano en escena lo complicaba todo. Carla le brindó ayuda desinteresada. Conociéndola podía imaginar lo que le debía doler el dejarle ese dinero para que se defendiera del hombre al que había confesado amar.

¡Cuán diferentes! ¿Cómo diablos habían acabado juntos? Parecía que lo que intuyó en su día, a pesar de las apariencias iniciales en aquel encuentro que les preparó, había demostrado ser cierto. El interés de Diego no había sido algo repentino, venía de lejos. Fue la única razón que se le ocurrió para aquellas inusuales galanterías: las flores, las cenas, ir a buscarla a Cibeles... Insistió hasta colarse en su cama. Una cama que debía desear lo bastante como para no conformarse con una única vez, e incluso para quedarse a dormir. Su propósito habría sido desquitarse por un insatisfecho anhelo del pasado. Sin embargo, no contó con que “la mujer” le gustaría aún más de lo que debió hacerlo la muchacha de antaño. Suponía que, tras enterarse de su llegada con motivo del reportaje, no se resistió a realizarles una visita para verla. La llamó “vieja gloria” a sus espaldas, quizás esperando que así fuera. Pero, al darse la vuelta, descubrió a una mujer espléndida que era capaz de ponerle el punto sobre las íes sin tan siquiera perder la sonrisa.

Las desgarradas palabras de ella: “él a sus bajas pasiones...”. Diego no necesitaba salir de Madrid para pasar un buen rato. No le faltarían amantes a las que, o bien les resultara atractivo él... o bien su dinero. Sin embargo, Carla estaba en Londres y él no había dudado en volar hasta allí para encontrarse con ella. Su hermano, que lo último que quería eran “complicaciones”, había salido con alguien en pleno proceso de divorcio y con un hijo. Sin olvidar el embarazo. El frío, el cerebral Diego, jamás hubiera cometido semejante desliz. Su amiga había mencionado el vino. Un par de copas de caldo podían hacer estragos en ella, pero a él dudaba que le afectaran. Nunca le había visto ebrio. Su autocontrol jamás se lo permitiría. ¿Sería muy descabellado pensar que, tal vez enamorado, podría haberse olvidado de todo por una noche?

Obtuso, sieso. No reconocería que estaba colado por ella, pero era indudable que iba a sentir perderla. Sólo precisaba tiempo para empezar a lamentar su ausencia, y ella quería contemplarlo desde primera línea. No le movía únicamente el recrearse con el sufrimiento del impasible Diego de la Vega. Su principal motivación era otra: no se resistía a perder a su sobrino y a su amiga. Si Carla estaba en lo cierto y, a diferencia de ocasiones anteriores, él no había tenido implicación alguna en la situación de la revista, la explicación podría ser bien simple: habría estado demasiado ocupado en aprender a disfrutar de la vida para acordarse de sus triquiñuelas habituales. Si había una oportunidad de arreglar aquello, que su hermano recapacitara y conociera una pizca de la felicidad que nunca había parecido tener, ella quería estar allí para aprovecharla. Le necesitaba en Bulevar. ¿Cómo lograrlo? No estaba dispuesta a ceder ante sus pretensiones. Con el préstamo de Carla podría cumplir parte del pago al banco y negociar el resto. Tendría que tenderle algún “caramelo” para retenerlo allí sin demasiado peligro. Ese dulce sería el ansiado puesto de director, aderezado con un paquete de acciones por el resto del montante del pagaré. Ello implicaba dejar fuera por una temporada a Álvaro, y tal vez a Bea. No obstante, tenía claras sus prioridades. Iba a ser un juego arriesgado, pero a Sandra de la Vega... siempre le gustó jugar.