sábado, 28 de diciembre de 2013

Wild is the wind

Buenas noches,

en una noche triste y tranquila, dejo una canción..



Saludos,

domingo, 22 de diciembre de 2013

Música para un alma triste

Buenas tardes,

Dejo en esta ocasión, un poco de esa música que hace mucho que no escuchaba.




Saludos,

martes, 3 de diciembre de 2013

¿¿Cuarenta??

Buenas noches, de nuevo.

Como os comentaba el otro día, de repente, un día, me cayó mi edad encima, como a quien le cae un jarro de agua fría. La famosa "crisis de los 40", pero, como siempre llego tarde a todo, a esto, no podía ser menos.

Yo estaba encantada con mi edad. Cierto es que dejé de contar canas hace mucho, de hecho nunca lo hice, y que mis amigas son insistentes en su propuesta de que les dé un barniz de color para disimular la edad. Eso, a pesar de mi empeño en perpetuar mi "look" de Cruela de Vil. Cierto también, que en dos años subí dos tallas, que ya no sólo me siguen faltando 10 centímetros de altura, sino que además, según los cánones actuales, me sobran, no sólo los 10 kilos de peso aumentados, sino también, 10 años.

Yo, que me sentía joven, por aquello que siempre dicen de que la edad se lleva en el alma, me hundí el día que, desde arriba, sugirieron veladamente en el trabajo, que a los 40 se empezaba a ser "mayor", por si se duda, con connotación negativa, para el propio trabajo. Y, claro, si de modelo anunciante de crema antiarrugas me tratara, aún podría entenderlo. Porque, por definición de la publicidad actual, debería tener máxime 18 y ni sombra de marca de expresión alguna en la cara. Pero, no siendo el caso, pues no lo entendí.

Cuando te toca escuchar que una chica de unos 32 se conserva estupendamente... Mira, se conservan las sardinas en la lata, pero alguien de 32 no necesita conservarse, ni conservante ni nada que se le parezca.

Entonces entré en el blog, que llevaba años abandonado, y vi como avatar (o como se llame) el retazo del cuadro de Klimt "Las tres edades de la mujer". El retazo de la madre con su bebé. Cuando empecé el blog estaba en esa época. Ahora sigo desviviéndome por mi hijo, pero anda un poco más crecido y los acuchones ya no los lleva como antes.
En fin, volviendo a Klimt, que, para no variar, me disperso. (Ya sabéis, hay cosas que no cambian.) El cuadro tiene la parte preciosa de la madre con su hija y la cruel, dura y pura realidad, de la mujer envejecida y sola. Pues, a los "40 y pocos" empecé a sentir que entraba en esa etapa, en la última. Y, claro, me negué. Como si de polvo se tratase, me sacudí las ideas tristes y me puse a porrear al teclado.

Seguiré siendo feucha, bajita, ahora "algo hermosona", y algo más mayor, que no "vieja", pero mi sonrisa sincera sigue puesta, mi acidez intacta, sigo queriendo a mi gente, aumentando cada día lo que creo llaman el círculo de afecto y echando un cable a quien lo necesite siempre que puedo. En fin, que no creo ser mala persona, que es lo que de verdad importa.

Puf, soltado semejante petardo, he de acudir a mis obligaciones, que me llaman.

Saludos

domingo, 24 de noviembre de 2013

Algo de música

Después de más de 4 años sin escribir, ni sé cómo comenzar.

Supongo que un hola, un buenas noches o un "¿qué tal?" no estaría mal.
Hola. Hola, aunque no haya nadie al otro lado.

He echado esto de menos. Escribir, soñar despierta delante de un papel o de un teclado. Ahora, cuatro años después, un día, de repente, me empezó a pesar todo. Como en el anuncio de Fontvella de antaño. Los kilos, los años y, sobretodo, la inactividad física... y mental. Un día, se me cayó media vida encima.

Esta mañana, mientras mantenía mis manos ocupadas en tareas mecánicas y mi cabeza no paraba de dar vueltas, me imaginaba despertando de un gran letargo. Incluso empecé a "imaginar" una historieta. Mejor que no, mejor que no. Ahora no sé si podría escribir, aunque escribir siempre me hizo sentir "libre", en el sentido más amplio de la palabra.

En fin, en todo este tiempo mis gustos musicales no es que hayan cambiado mucho. Nunca está de más escuchar a alguna "gran dama".

Dejó colgadas, si es que recuerdo siquiera como se hace, a dos de las grandes: Nina (Sinner man) y Dinah (Mad about the boy).
  • Nina transmite a la par, dolor y vitalidad en cada nota, en cada palabra.
  • Dinah, aquí, llora como nadie. Sabina cantaba en una canción "quién supiera reír, como llora Chavela". En mi humilde opinión, nadie llora como ríe Dinah.

Buenas noches.
Espero volver. Me lo pide el alma.

jueves, 24 de diciembre de 2009

FELIZ NAVIDAD

Buenos días a todas,

Os deseo una muy Feliz Navidad, que este año llega pasada por agua. Agua que, todo sea dicho de paso, necesitábamos porque este otoño apenas ha llovido un par de días.

Os agradezco enormemente a las que seguís al otro lado de la pantalla, reitero que, aunque un tanto abandonadas, para nada os tengo olvidadas. Espero poder volver pronto a la carga con mis fucsia.

Besos
FELIZ NAVIDAD


PD: La imagen del grabado japonés se la he pedido prestada a Elvira. Muchas gracias Elvira.

viernes, 23 de octubre de 2009

42. Rumbo a Nueva York

Colgó el teléfono. No habría esperado aquella llamada. “Cuida de ella”. No había olvidado el día que la conoció, como sucedía en esas películas que no veía, en un avión con destino Nueva York. Por problemas de overbooking al embarcar, le cambiaron el pasaje a business, en lugar de turista, donde viajaba siempre. La Universidad no le hubiera pagado un billete de otro tipo. La azafata le indicó su sitio: en el lateral, colindante al pasillo central. El de la ventanilla habría sido demasiado pedir. La ocupante del preciado asiento miraba hacia fuera. Al sentarse él, se dio media vuelta. Le dedicó un “bon jour” y una sonrisa. Sus gustos en mujeres se inclinaban hacia las rubias de ojos claros, azules o verdes, pero algo en aquella sonrisa le cautivó al instante. Se ajustó el cinturón y se mentalizó para el despegue. No se acostumbraba a la velocidad que cogía el aparato, a la sensación de "saltar" al vacío. Una vez pasado el mal trago les ofrecieron una bebida y un aperitivo: ¡cocktail de gambas! No los cacahuetes a los que estaba acostumbrado. Su vecina agradeció a la auxiliar el singular refrigerio. ¿Cuántos años contaría? En apariencia apenas pasados los veinte.

Sus colegas de trabajo le definían como alguien reservado, una rata de laboratorio o de biblioteca. No solía entablar conversaciones con desconocidos, por más que esta vez no le hubiera importado hacer una excepción. Sacó uno de los últimos artículos que había publicado, motivo de su asistencia al congreso, y repasó los puntos de su exposición. La había preparado minuciosamente, pero prefería ocupar el tiempo en algo. La joven se absorbió a su vez en un libro y unos papeles. No pudo evitar observarla de reojo. Parecían notas. ¿Estaría estudiando? Intentó centrarse en la presentación que debía realizar, pero su mirada se escapaba furtiva de los documentos hacia ella. Un precioso perfil. Una oreja pequeña que recogía tras de sí mechones de un pelo negro y brillante. ¿Cómo sería sostener entre las manos aquella melena? Nariz recta. Ni corta, ni larga. Perfecta. Una boca... dibujada para besar. Ojos oscuros. Tanto... que apenas se distinguía el iris de la pupila. Enmarcados en unas pestañas larguísimas que, al igual que el resto de su rostro, no precisaban de maquillaje superfluo. Una belleza natural.

Volvió a su tarea. Inquieto, se rebulló en el asiento. Al parecer de forma bastante notable porque la chica levantó la vista de los folios y le preguntó, en un francés con ligero acento:
- ¿Incómodo?
- No. De hecho, creo que este es el viaje más confortable que haré nunca.
¿Cómo se le ocurría reconocer delante de una mujer que habitualmente volaba en una clase inferior? Había sido una clara equivocación. Sin embargo, ella se rió.
- A veces me pregunto si elegir business en los trayectos transoceánicos es un capricho o una necesidad.
Por lo visto viajaba a menudo.
- Lo que me angustia es el vuelo en sí, el avión. No puedo evitar estar nervioso.
Otro traspié más. ¿Se podía saber qué le pasaba aquella mañana?
- Las estadísticas indican que se trata del medio de transporte más seguro. - Objetó ella con fingida seriedad.
- ¿Qué sugieren sobre la tasa de supervivientes? - siguiendo la broma.
- Creo que no son muy halagüeñas a ese respecto.
- Me lo temía. - En este caso fue él quién exageró una cara de preocupación.
La respuesta fue una sonrisa, acompañada de un gesto complicidad, y el tópico:
- Tengo confianza en que hoy no sea el día del piloto.
- Yo también. - Sonriendo a su vez. La próxima vez no le importarían los problemas de overbooking.
Su interlocutora se interesó por su revista especializada.
- ¿Trabajo?
- Uno de esos tediosos congresos en el que todos los ponentes pretenden haber propuesto, o desarrollado, algún proyecto innovador. Yo incluido.
- ¿He de deducir que todos los participantes son pues unos pretenciosos?
- ¡Hum! No le faltaría parte de razón... - señaló sus hojas – a no ser, que me encuentre junto a otra ponente y esta acabe de ser la metedura de pata de la jornada.
Soltó una carcajada.
- No. Por esta vez, a salvo. Me quedo a nivel de estudiante.
- ¿Viaje de estudios?
- No, trabajo. Igualmente aburrido, pero muchísimo menos intelectual. - Le tendió la mano derecha. -Mi nombre es Carla.
Estrechó aquella mano de largos y aristocráticos dedos entre la suya.
- Jean.
En aquel momento les interrumpió la azafata, que distribuía la carta para que seleccionaran entre las opciones del catering. Bastaba una ojeada para comprobar que tenía poco que ver con el de la clase “económica”.
Ella dio buena cuenta de su plato. Extraño en las muchachas de su edad, que comían como pajaritos para mantener una figura escuálida. Incluso solicitó una ración extra de pan y de aquella “deliciosa” mantequilla. De haber sido un hombre, la auxiliar le hubiera ofrecido todo el preciado alimento disponible a bordo, aún a riesgo de privar de él al resto del pasaje.
Después de la comida su ocasional compañera de viaje se durmió y él acabó echando una cabezada. Le despertó la azafata: anunciaba que restaba poco para aterrizar y era necesario prepararse. No pudo evitar mirar con malos ojos a aquella, quizá otrora, empleada ejemplar, que no había hecho sino importunar durante todo el trayecto.

Tras el aterrizaje, la consecuente espera en la rueda de equipajes. Momento en el que uno observaba impaciente dar vueltas a los mismos bultos sin que la maleta propia apareciera. Surgía entonces la duda de si la susodicha habría desaparecido en alguno de los dos aeropuertos o se hallaría flotando en mitad del océano. De nuevo la casualidad hizo que el equipaje de ambos hiciera su salida casi a la par. Cada uno cogió el suyo. La ninfa le ofreció otra vez la mano, a modo de despedida, antes de dirigirse hacia la aduana:
- Un placer, Jean. Espero que el congreso no resulte demasiado monótono.
- Gracias, pero me temo que eso será del todo imposible. - Desde luego difícilmente podría compararse al viaje.

Esperó al que debía haber sido su verdadero compañero: su amigo Santi. Hijo de inmigrantes españoles. Expresivo y vehemente cuando la oportunidad se terciaba:
- ¡Maldito seas! ¡Es la última vez que embarco el primero!
- Lo siento. No elegí que me adjudicaran plaza en business.
- No, pero ya veo que la has disfrutado a conciencia. - Aludiendo, con un movimiento de cabeza, a la joven que se alejaba.
- Ocupaba el asiento de al lado. Una mujer encantadora.
- ¡No me lo puedo creer! ¿En serio no sabes con quién charlabas? De forma bastante amigable, a juzgar por las apariencias.
- No.
- ¿En qué mundo vives en los últimos tiempos?
Entre sus investigaciones, sus clases...
- ¡Carla Marin! - Ante su cara de alelado - ¡Por dios! Hay fotos suyas en cualquier quiosco de París. ¿Te pones orejeras cuando vas a comprar el periódico?
No distaba mucho de la realidad. Iba directo a su diario habitual, sin curiosear las primeras planas del resto de prensa. El rancio hombrecillo que regentaba el puesto no daba pie alguno para ello.
- ¿Actriz?
- ¡Modelo! Hazte un favor, deja tus libros o, visto lo visto, acabarás como Don Quijote.
Santi exageraba. No siempre había sido así. En no pocas ocasiones habían terminado los encuentros académicos probando alguna cama del lugar. De hecho, su camarada se quejaba amargamente de que él, con sus ojos azules, su pelo panocha y su cara de niño bueno, se las llevaba de calle. De un año a esta parte, todos sus esfuerzos se centraban en conseguir la ansiada plaza en el cuerpo de profesores universitarios. Desde ese punto de vista, sí, vivía en otro mundo.
Miró hacia la puerta por donde ella había desaparecido. ¿Qué oportunidad cabía de volver a encontrarse con una conocida modelo? Ninguna.

La alarma de su móvil le devolvió al presente. Le advertía que sólo restaba media hora para la conferencia.

viernes, 16 de octubre de 2009

Nada mejor

Buenas tardes,

¿Cómo estáis?

Hoy os escribo de día, para variar un poco. Siento no extenderme mucho, como suele ocurrir últimamente. Sólo os dejo una canción que escucho a menudo durante los atascos mañaneros. Lo único que los ameniza: la música.

En esta ocasión se trata de Revolver: El roce de tu piel. Y es que, como reza la canción, no hay droga más dura que el amor sin medida, nada mejor que el sabor de la persona amada.

Buen fin de semana a todas.





El roce de tu piel
Revolver

Un vaso de whisky,
un hotel diferente,
es más que suficiente
para pensar en tí.

Una noche de mayo
con el mar a mi lado,
es ya tarde y tus ojos
siguen allí.

Y es que son ideales
para perderse en ellos,
y es que uno no aprende
ni vivo ni muerto.

Son las seis de la tarde,
toco enfrente del puerto,
no consigo sacarte de mí
ni olvidarme de tí.

Y es que no hay droga más dura
que el amor sin medida.
Y es que no hay droga más dura
que el roce de tu piel.
Y es que no hay nada mejor
que tener tu sabor
corriendo por mis venas;
y es que no hay nada mejor
que el roce de tu piel.

Y me siento desnudo enfrente del espejo
esperando que tú me digas el precio.
No tengo muy claro si lo puedo pagar;
recojo mis cosas, nena, vuelvo a mi hogar.

Nuestros corazones laten a la vez,
¿quién soy yo sin tí, quién eres tú, quién?
El ritmo de la noche viste mi canción.
Mejor cojo mis cosas, nena; mejor me voy.

Y es que no hay droga más dura
que el amor sin medida.
Y es que no hay droga más dura
que el roce de tu piel.
Y es que no hay nada mejor
que tener tu sabor
corriendo por mis venas;
nada mejor
que el roce de tu piel.

Hoy lucho y pierdo el sentido
por dormir esta noche en tus brazos.
Hoy se perdió el equilibrio
y la balanza cayó
de tu lado, mi amor.
(bis)

Y es que no hay droga más dura
que el amor sin medida.
Y es que no hay droga más dura
que el roce de tu piel.
Y es que no hay nada mejor
que tener tu sabor
corriendo por mis venas;
nada mejor...

Y es que no hay droga más dura
que el amor sin medida,
que el amor sin medida.
Y es que no hay droga más dura
que el roce de tu piel.
que el roce de tu piel.
Y es que no hay nada mejor
que tener tu sabor
corriendo por mis venas;
nada mejor...