martes, 3 de diciembre de 2013

¿¿Cuarenta??

Buenas noches, de nuevo.

Como os comentaba el otro día, de repente, un día, me cayó mi edad encima, como a quien le cae un jarro de agua fría. La famosa "crisis de los 40", pero, como siempre llego tarde a todo, a esto, no podía ser menos.

Yo estaba encantada con mi edad. Cierto es que dejé de contar canas hace mucho, de hecho nunca lo hice, y que mis amigas son insistentes en su propuesta de que les dé un barniz de color para disimular la edad. Eso, a pesar de mi empeño en perpetuar mi "look" de Cruela de Vil. Cierto también, que en dos años subí dos tallas, que ya no sólo me siguen faltando 10 centímetros de altura, sino que además, según los cánones actuales, me sobran, no sólo los 10 kilos de peso aumentados, sino también, 10 años.

Yo, que me sentía joven, por aquello que siempre dicen de que la edad se lleva en el alma, me hundí el día que, desde arriba, sugirieron veladamente en el trabajo, que a los 40 se empezaba a ser "mayor", por si se duda, con connotación negativa, para el propio trabajo. Y, claro, si de modelo anunciante de crema antiarrugas me tratara, aún podría entenderlo. Porque, por definición de la publicidad actual, debería tener máxime 18 y ni sombra de marca de expresión alguna en la cara. Pero, no siendo el caso, pues no lo entendí.

Cuando te toca escuchar que una chica de unos 32 se conserva estupendamente... Mira, se conservan las sardinas en la lata, pero alguien de 32 no necesita conservarse, ni conservante ni nada que se le parezca.

Entonces entré en el blog, que llevaba años abandonado, y vi como avatar (o como se llame) el retazo del cuadro de Klimt "Las tres edades de la mujer". El retazo de la madre con su bebé. Cuando empecé el blog estaba en esa época. Ahora sigo desviviéndome por mi hijo, pero anda un poco más crecido y los acuchones ya no los lleva como antes.
En fin, volviendo a Klimt, que, para no variar, me disperso. (Ya sabéis, hay cosas que no cambian.) El cuadro tiene la parte preciosa de la madre con su hija y la cruel, dura y pura realidad, de la mujer envejecida y sola. Pues, a los "40 y pocos" empecé a sentir que entraba en esa etapa, en la última. Y, claro, me negué. Como si de polvo se tratase, me sacudí las ideas tristes y me puse a porrear al teclado.

Seguiré siendo feucha, bajita, ahora "algo hermosona", y algo más mayor, que no "vieja", pero mi sonrisa sincera sigue puesta, mi acidez intacta, sigo queriendo a mi gente, aumentando cada día lo que creo llaman el círculo de afecto y echando un cable a quien lo necesite siempre que puedo. En fin, que no creo ser mala persona, que es lo que de verdad importa.

Puf, soltado semejante petardo, he de acudir a mis obligaciones, que me llaman.

Saludos

2 comentarios:

Elvira dijo...

¡Bienvenida de vuelta!!

Eso no es nada, oye, que yo me estoy acercando a los 60 y espero que empiece el mejor período de mi vida. Lo digo totalmente en serio.

Pues sí, ser buena persona es lo principal, y actuar de acuerdo a quien eres por dentro, también.

Besos

Katha dijo...

Muchas gracias, Elvira.

Besos