lunes, 3 de diciembre de 2007

13. Caldo de dioses

El fin de semana siguiente Diego volvió a dedicarse a la caza. Esta vez en exclusiva. Aquella semana había estado un tanto nervioso y necesitaba liberar tensiones.
A estas alturas del año, último fin de semana de marzo, la veda mayor estaba cerrada. La única que estaba abierta era la caza del corzo en Andalucía. El fin de semana anterior había salido del hotel de Carla de madrugada. Tuvo que conducir de ida hasta Jaén, donde tenía lugar la cacería, y luego de vuelta a Madrid, para estar con ella. No podía decir que no hubiera merecido la pena. Esta vez se quedaría todo el fin de semana.
Cuando abatió la primera pieza no pudo evitar acordarse de la mirada de reproche que Carla le había dirigido el sábado anterior. Estaban en el ascensor del hotel, bajando para ir a cenar, cuando Carla le preguntó: “Por cierto, ¿le has perdonado la vida a algún animalito como te pedí?”. “Por supuesto que no”, le respondió él muy serio. “Mal, muy mal, señor de la Vega”, le había replicado ella.
En ese instante supo que se le había fastidiado la cacería pero, no quería volver a Madrid. Por la tarde, hubo alguien que le preguntó con sorna si esta vez no tenía ningún “asunto pendiente”. Respondió bastante malhumorado que no, mientras pensaba que "el asunto pendiente” estaba en Londres y allí era donde debía permanecer.

La semana siguiente no fue mucho mejor que la anterior. Esta vez acudió al gimnasio el sábado por la mañana para descargar adrenalina golpeando el punch. Después, fue a comer a su restaurante acostumbrado.
Tras pedir la comida, el maître le preguntó: "¿El crianza de siempre, Don Diego? "
Diego le respondió: "No, hoy, tomaré un reserva. "
Maître: "¿Le traigo la carta de vinos?"
Diego: "No, tráigame un tinto Rioja Marqués de Riscal. "
Maître: "Por supuesto. "

Diego se dispuso a disfrutar del vino. Era un vino de un color intenso, sin manchas, característico de un vino selecto. Lo acercó a su nariz para obtener una primera impresión. Movió ligeramente la copa y volvió a olerlo. Un vino con bouquet, un aroma intenso y lleno de matices. Lo probó. Suave pero, con un sabor que perduraba. Definitivamente, un vino excelente.
Se decía que con una copa de vino se podían evocar muchas sensaciones. A él, aquella copa de vino, le recordó a Carla. Carla era como aquel vino, hecho con una uva excelente y mejorado con los años. Había mantenido la belleza sin artificios de la alegre muchacha que conoció y ganado en cualidades. Era la mujer divertida, cuya compañía era un placer; la ejecutiva inteligente, eficaz en su trabajo; la leona que le plantaba cara. Sin olvidar, a la amante apasionada o a la mujer deliciosa de su dormitorio. Una mujer cuyo sabor persistía como el del vino que acababa de degustar.

Para apreciar las cualidades y virtudes de un vino, éste debía saborearse y beberlo lentamente. Él había pretendido beberse a Carla de un trago.

Un buen vino debía tratarse con mimo y cuidado. La forma en que prácticamente la había echado de su casa, sus ojos, aquel “adiós, Diego”, parecían indicar lo contrario.

Sonó su móvil, era Nicky. Nicky no le interesaba en absoluto, silenció la llamada.
Las mujeres para él habían sido siempre un mero entretenimiento. Nunca le había importado excesivamente saltar de una amante a otra. Mujeres había muchas. Como Carla no había encontrado demasiadas. Si no había tenido una relación con una mujer había sido por dos motivos: uno, no quería distracciones y dos, nunca había encontrado una que le llamara realmente la atención. La única de sus amantes que le había gustado, someramente, era Anna. Siguiendo con la comparativa con vinos, Anna era un crianza estupendo, con aroma y sabor pero, sin llegar a la complejidad ni a la fineza de un reserva. Cada vino tenía su momento y su plato. A él, lo que le apetecía en este momento, era deleitarse con un buen reserva. (Con una sonrisa de ironía) ¿Por qué negárselo?
Carla le gustaba. Motivo número dos. En cuanto a la primera razón, la distracción sobre sus intereses, ella era ideal. ¿Qué podría estorbarle en su vida diaria una amante a más de mil kilómetros, a la que sólo vería los fines de semana? El error fue quedar con ella en Madrid. Con mantenerla a distancia sería suficiente.

Diego cogió el primer vuelo de la tarde hacia Londres. Después de la despedida del último día, en vez de la mujer encantadora de hace dos fines de semana, esta vez le tocaría enfrentarse a la leona, que le gustaba tanto o más que la primera. La leona no podía ocultar la atracción que sentía por él. No preveía grandes dificultades para volver a convencerla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Curiosa la comparativa con los vinos

Veo a Diego muy convencido y me temo que va a llegar a Londres y se va a encontrar con el sitio,que Carla no le va a poner las cosas fáciles después de la despedida del último encuentro.

Un beso pa ti y pa tu peque

PD: Me acabo de acordar,sobre lo que decíamos sobre la teoría de un amor imposible o de un desliz de Francisco con su madre.Viendo el capitulo de ayer,nosotras hablamos de eso pero ¿dónde queda Marga?Esa mujer esta claro que le tiene un cariño..."especial".¿Y si resulta que el desliz lo tuvo con ella y no con la madre de Diego?

MaLaGuEñA