viernes, 23 de octubre de 2009

42. Rumbo a Nueva York

Colgó el teléfono. No habría esperado aquella llamada. “Cuida de ella”. No había olvidado el día que la conoció, como sucedía en esas películas que no veía, en un avión con destino Nueva York. Por problemas de overbooking al embarcar, le cambiaron el pasaje a business, en lugar de turista, donde viajaba siempre. La Universidad no le hubiera pagado un billete de otro tipo. La azafata le indicó su sitio: en el lateral, colindante al pasillo central. El de la ventanilla habría sido demasiado pedir. La ocupante del preciado asiento miraba hacia fuera. Al sentarse él, se dio media vuelta. Le dedicó un “bon jour” y una sonrisa. Sus gustos en mujeres se inclinaban hacia las rubias de ojos claros, azules o verdes, pero algo en aquella sonrisa le cautivó al instante. Se ajustó el cinturón y se mentalizó para el despegue. No se acostumbraba a la velocidad que cogía el aparato, a la sensación de "saltar" al vacío. Una vez pasado el mal trago les ofrecieron una bebida y un aperitivo: ¡cocktail de gambas! No los cacahuetes a los que estaba acostumbrado. Su vecina agradeció a la auxiliar el singular refrigerio. ¿Cuántos años contaría? En apariencia apenas pasados los veinte.

Sus colegas de trabajo le definían como alguien reservado, una rata de laboratorio o de biblioteca. No solía entablar conversaciones con desconocidos, por más que esta vez no le hubiera importado hacer una excepción. Sacó uno de los últimos artículos que había publicado, motivo de su asistencia al congreso, y repasó los puntos de su exposición. La había preparado minuciosamente, pero prefería ocupar el tiempo en algo. La joven se absorbió a su vez en un libro y unos papeles. No pudo evitar observarla de reojo. Parecían notas. ¿Estaría estudiando? Intentó centrarse en la presentación que debía realizar, pero su mirada se escapaba furtiva de los documentos hacia ella. Un precioso perfil. Una oreja pequeña que recogía tras de sí mechones de un pelo negro y brillante. ¿Cómo sería sostener entre las manos aquella melena? Nariz recta. Ni corta, ni larga. Perfecta. Una boca... dibujada para besar. Ojos oscuros. Tanto... que apenas se distinguía el iris de la pupila. Enmarcados en unas pestañas larguísimas que, al igual que el resto de su rostro, no precisaban de maquillaje superfluo. Una belleza natural.

Volvió a su tarea. Inquieto, se rebulló en el asiento. Al parecer de forma bastante notable porque la chica levantó la vista de los folios y le preguntó, en un francés con ligero acento:
- ¿Incómodo?
- No. De hecho, creo que este es el viaje más confortable que haré nunca.
¿Cómo se le ocurría reconocer delante de una mujer que habitualmente volaba en una clase inferior? Había sido una clara equivocación. Sin embargo, ella se rió.
- A veces me pregunto si elegir business en los trayectos transoceánicos es un capricho o una necesidad.
Por lo visto viajaba a menudo.
- Lo que me angustia es el vuelo en sí, el avión. No puedo evitar estar nervioso.
Otro traspié más. ¿Se podía saber qué le pasaba aquella mañana?
- Las estadísticas indican que se trata del medio de transporte más seguro. - Objetó ella con fingida seriedad.
- ¿Qué sugieren sobre la tasa de supervivientes? - siguiendo la broma.
- Creo que no son muy halagüeñas a ese respecto.
- Me lo temía. - En este caso fue él quién exageró una cara de preocupación.
La respuesta fue una sonrisa, acompañada de un gesto complicidad, y el tópico:
- Tengo confianza en que hoy no sea el día del piloto.
- Yo también. - Sonriendo a su vez. La próxima vez no le importarían los problemas de overbooking.
Su interlocutora se interesó por su revista especializada.
- ¿Trabajo?
- Uno de esos tediosos congresos en el que todos los ponentes pretenden haber propuesto, o desarrollado, algún proyecto innovador. Yo incluido.
- ¿He de deducir que todos los participantes son pues unos pretenciosos?
- ¡Hum! No le faltaría parte de razón... - señaló sus hojas – a no ser, que me encuentre junto a otra ponente y esta acabe de ser la metedura de pata de la jornada.
Soltó una carcajada.
- No. Por esta vez, a salvo. Me quedo a nivel de estudiante.
- ¿Viaje de estudios?
- No, trabajo. Igualmente aburrido, pero muchísimo menos intelectual. - Le tendió la mano derecha. -Mi nombre es Carla.
Estrechó aquella mano de largos y aristocráticos dedos entre la suya.
- Jean.
En aquel momento les interrumpió la azafata, que distribuía la carta para que seleccionaran entre las opciones del catering. Bastaba una ojeada para comprobar que tenía poco que ver con el de la clase “económica”.
Ella dio buena cuenta de su plato. Extraño en las muchachas de su edad, que comían como pajaritos para mantener una figura escuálida. Incluso solicitó una ración extra de pan y de aquella “deliciosa” mantequilla. De haber sido un hombre, la auxiliar le hubiera ofrecido todo el preciado alimento disponible a bordo, aún a riesgo de privar de él al resto del pasaje.
Después de la comida su ocasional compañera de viaje se durmió y él acabó echando una cabezada. Le despertó la azafata: anunciaba que restaba poco para aterrizar y era necesario prepararse. No pudo evitar mirar con malos ojos a aquella, quizá otrora, empleada ejemplar, que no había hecho sino importunar durante todo el trayecto.

Tras el aterrizaje, la consecuente espera en la rueda de equipajes. Momento en el que uno observaba impaciente dar vueltas a los mismos bultos sin que la maleta propia apareciera. Surgía entonces la duda de si la susodicha habría desaparecido en alguno de los dos aeropuertos o se hallaría flotando en mitad del océano. De nuevo la casualidad hizo que el equipaje de ambos hiciera su salida casi a la par. Cada uno cogió el suyo. La ninfa le ofreció otra vez la mano, a modo de despedida, antes de dirigirse hacia la aduana:
- Un placer, Jean. Espero que el congreso no resulte demasiado monótono.
- Gracias, pero me temo que eso será del todo imposible. - Desde luego difícilmente podría compararse al viaje.

Esperó al que debía haber sido su verdadero compañero: su amigo Santi. Hijo de inmigrantes españoles. Expresivo y vehemente cuando la oportunidad se terciaba:
- ¡Maldito seas! ¡Es la última vez que embarco el primero!
- Lo siento. No elegí que me adjudicaran plaza en business.
- No, pero ya veo que la has disfrutado a conciencia. - Aludiendo, con un movimiento de cabeza, a la joven que se alejaba.
- Ocupaba el asiento de al lado. Una mujer encantadora.
- ¡No me lo puedo creer! ¿En serio no sabes con quién charlabas? De forma bastante amigable, a juzgar por las apariencias.
- No.
- ¿En qué mundo vives en los últimos tiempos?
Entre sus investigaciones, sus clases...
- ¡Carla Marin! - Ante su cara de alelado - ¡Por dios! Hay fotos suyas en cualquier quiosco de París. ¿Te pones orejeras cuando vas a comprar el periódico?
No distaba mucho de la realidad. Iba directo a su diario habitual, sin curiosear las primeras planas del resto de prensa. El rancio hombrecillo que regentaba el puesto no daba pie alguno para ello.
- ¿Actriz?
- ¡Modelo! Hazte un favor, deja tus libros o, visto lo visto, acabarás como Don Quijote.
Santi exageraba. No siempre había sido así. En no pocas ocasiones habían terminado los encuentros académicos probando alguna cama del lugar. De hecho, su camarada se quejaba amargamente de que él, con sus ojos azules, su pelo panocha y su cara de niño bueno, se las llevaba de calle. De un año a esta parte, todos sus esfuerzos se centraban en conseguir la ansiada plaza en el cuerpo de profesores universitarios. Desde ese punto de vista, sí, vivía en otro mundo.
Miró hacia la puerta por donde ella había desaparecido. ¿Qué oportunidad cabía de volver a encontrarse con una conocida modelo? Ninguna.

La alarma de su móvil le devolvió al presente. Le advertía que sólo restaba media hora para la conferencia.

9 comentarios:

Katha dijo...

Buenas tardes chicas,

¿Cómo estáis?

Me he decidido a publicar este trozo, aunque realmente es sólo la mitad del capítulo que tenía previsto. Pero, al ritmo al que voy, si esperáis a que lo acabe, nos llega Navidad.
Lo cierto es que inicié este capítulo hace un año y fue el causante de mi "crisis" como aficionada al fucsia. Fue el trozo inicial el que le dejé leer a una amiga y me dijo que era cursi.
Admito que es cursi, la descripción de Carla es cursi, pero tenía que serlo. Diego jamás nos describió a Carla, sólo nos habló de sus enormes ojos negros y su pelo oscuro. Un hombre como Diego no podría decir otra cosa.
Jean es distinto, es un hombre culto, un hombre que se mueve en el entorno universitario.
Este era el momento de describir a Carla.

En cuanto pueda, prometo continuar el capítulo.

Gracias a las que seguís ahí.

Besos a todas y buen fin de semana.

Anónimo dijo...

Hola katha!! Soy Patri (pattryss), del foro de YSB, y como hace un monton que no se nada de ti, te acabo de mandar un privado a miarroba para ver que tal iba todo... Pero no podia dejar de pasarme por aqui para comprobar que seguias con tus relatos; espero ponerme al dia pronto y comentarte que hace que no leo... la tira jeje Bsssssssssss

Elvira dijo...

A mí me ha gustado mucho, y no me ha parecido cursi. Salvo quizás el uso de la palabra ninfa. Creas ambiente e intriga, Katha. Está muy bien. Besos

Elena Rosa de Plata dijo...

Buenas tardes!!

Ya me leí en su día,cuando actualizaste,este capitulillo pero no te he podido comentar antes porque se me murió el portatil (lo tengo medio destripado,averiguando como desmontarlo entero) y conecto desde otro ordenador.

A mi tampoco me parece cursi,tu amiga está poco acostumbrada a este tipo de textos ;)

Besos!!

Katha dijo...

Hola a todas,

Elvira, la palabra ninfa tenía su intención:

* Carla no sólo es una mujer muy hermosa, es una mujer que impresiona por sí misma. Hay que saber mirar más allá de su físico para encontrarla a ella. Para Jean el viaje ha sido toda una sorpresa: esperaba un viaje largo, incómodo, monótono, y se ha encontrado con todo lo contrario. Como si lo hubiera soñado. La palabra "ninfa" da la idea de algo irreal. También está la acepción de ninfa como "joven hermosa".

* "Ninfa" en contraposición a "bruja", que es como Diego llama a Carla, para acentuar las diferencias entre ambos.

Puedo darle un montón de vueltas a una simple palabra.


Elena, siento lo de tu portátil. Yo, con lo manazas que soy, no me atrevería a desmontarlo. Es más, en casa la que se carga siempre el ordenador es la menda. El ordenador y todo lo demás.
Dejé la historieta en borrador porque así se me quedaba un poco coja para todo lo que quería incluir, y que me tocará poner en otra. Pero, con lo que me lleva últimamente escribir una página,lo que os decía, ni para Navidad. En fin, ya enlazaré con el resto de lo que tengo pensado como mejor pueda.

Besos

Sra de Zafón dijo...

Suscribo las palabras de Elvira de ambiente de intriga, no sabría decirlo mejor.

Creo que vuelvo a tener tiempo para las cosas buenas, toco madera, me acabo de enterar que habías dejado un mensaje en mi blog, muchas gracias. Espero que todo esté bien en tu mundo.
Besos

Elvira dijo...

Paso a dejarte mis mejores deseos para estos días y para todo el año 2010!!! Un fuerte abrazo

Anónimo dijo...

Hola Katha,

Por cierto, sobre tu relato, que me ha gustado pero meha desconcertado, a la vez. Igual la solución está en la otra mitad que nos has prometido.

Cuando Carla conoce al nuevo protagonista masculino, Jean, no me ha quedado muy claro si ya se le nota el embarazo, cuando ha decidido dar "carpetazo a su relación con Diego, de forma definitiva...¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que decide desaparecer, hasta que ahora conoce a Jean.
No sé si me he explicado. En fin como ya he dicho antes, igual la respuesta a la pregunta se encuentra en la segunda parte.
Hasta entonces...

Aprovecho para desearte, para tí y tu familia, una Feliz Navidad, Salud y Prosperidad para el año nuevo 2010. Que sea mejor que el que dejamos atrás.

Aislyn.

Io dijo...

Hola guapetona,

Paso a desearte una Feliz Navidad y un 2010 que te conceda todos tus sueños. A ver si el año que viene volvemos a la red, tanto tú como yo.

Felicidades también a todos los contertulios de este blog.

Un besazo!