domingo, 16 de septiembre de 2007

0. Reconciliación 2 (Álvaro y Bea)


Bea sale con otro hombre y Álvaro no puede más con el desamor de ella y con sus celos que no le dejan vivir. Ha perdido a Bea para siempre, hasta el momento había mantenido un rayo de esperanza, pero ya no queda ninguno.
Álvaro decide irse a Londres a empezar de nuevo. Pero antes de irse quiere que Bea, aunque ya no le quiera, sepa que él la amó de verdad, que no todo fueron mentiras en su relación. Álvaro desea darle su diario, el diario que ella le regaló por San Valentín y en el que ya no queda ni hoja vacía en la que escribir, en el que por primera vez en su vida, abre su corazón.
Álvaro intenta darle el diario a Bea, pero ella, después del numerito de Gonzalo con el diario, no quiere saber nada.

Sandra lleva tiempo observando a Álvaro, ya no le guarda rencor por lo que le hizo. Últimamente sólo ve tristeza en los ojos de Álvaro cada vez que este mira a Bea, pero lo que más le desconcierta es la decisión de Álvaro de abandonar Bulevar después de las luchas que mantuvieron por el poder cuando ELSA compró la deuda.

Álvaro justo antes de irse, deja un sobre con el diario dentro en el escritorio de Bea, con una nota despidiéndose y diciéndole que la querrá siempre.

Sandra entra en el despacho de Bea a la mañana siguiente justo cuando Bea está leyendo la nota. Bea rompe la nota y deja el diario apartado en la estantería sin ni siquiera abrirlo. Sandra mira el diario, ella ha visto alguna vez a Álvaro con ese libro. En una ocasión, en su papel de Sonsoles, el libro estaba encima de la mesa, ella lo cogió para apartarlo y limpiar el polvo. En ese momento entró Álvaro y se lo arrancó de las manos, prohibiéndole que tocara nada de su escritorio. Ella supuso que era algún libro donde él y Gonzalo anotaban alguna de sus múltiples triquiñuelas, pero no volvió a verlo nunca más y supuso que esa era la razón por la cual Álvaro lo guardaba a buen recaudo.
Pero le extraña que Álvaro se lo haya entregado a Bea como “regalo” de despedida y sobretodo que ella lo rechazara con tanto desprecio, como si supiera lo que hay en él.
Cuando Bea sale un día del despacho, la curiosidad puede con ella y coge el diario.
Lo abre, empieza a leer y no puede creer que el Álvaro Aguilar que ella conoce desde hace tantísimos años, el gallo que aprovechaba todas las ocasiones que podía para ir de aventura en aventura con todas las “gallinas modelos” del corral, haya escrito lo que está leyendo. En ese momento recuerda porqué su hermana Cayetana odia tanta a Bea, porque Álvaro le dijo que él hubiera deseado seguir con Bea.
Sandra titubea, Bea sale con un nuevo amor, pero ella sabe que lo que siente por él no se parece a lo que sentía por Álvaro. ¿Debería hablar con Bea?. Decide esperar a ver como se desarrollan las cosas.

Bea, tras la partida de Álvaro, se centra aún más en el trabajo, en vez de disfrutar de la vida con su novio se queda trabajando hasta tarde. De vez en cuando, Sandra la ve con la mirada perdida en el infinito… Mucho se teme que pese a todo lo pasado, y a pesar de lo que ella diga, Bea aún no ha olvidado a Álvaro.

Sandra se dirige hacia el despacho de Bea para hablar con ella. Le da el diario, Bea la mira asombrada sin entender nada. “Bea, tenemos que hablar, tienes que leer esto”. Bea se enfada, no puede creer que Sandra haya podido prestarse de algún modo a los juegos de Álvaro, ni que haya caído en una de sus trampas.
Sandra lo niega e insiste, “Bea, léelo, yo solo he leído algunas páginas porque no iba dirigido a mí, pero creo que deberías leerlo”.
Bea aparta de ella el diario. Sandra insiste nuevamente: “Bea, créeme, lo he pensado mucho antes de hablar contigo, por favor, léelo”.
Bea lo coge enfadada, “lo siento, pero no voy a hacerlo”.
Sandra: ”al menos, ábrelo. Por favor.”
Bea sabe que Sandra no es de las mujeres que ruega. Coge de nuevo el diario, lo abre y lo cierra sin mirarlo, se dirige a Sandra: “¿ya estás satisfecha?” “Tengo mucho trabajo”
Sandra la mira y le dice seriamente: “Bea, míralo”.
Bea coge de nuevo el diario con aire de resignación y enfado, abre el diario por una página cualquiera y ve que está escrita, va pasando las páginas y ve con asombro que todas las páginas están escritas y la letra es de Álvaro, no es de Gonzalo como en la triquiñuela que este intentó en su día.
Mira de forma interrogante a Sandra. Sandra menea la cabeza: “Bea, conozco a Álvaro, o al menos, el Álvaro que conocía no se hubiera tomado tantas molestias para una de sus habituales artimañas. Creo que es mejor que te tomes tiempo y leas lo que haya escrito.”
Bea no sabe que cara poner e insiste en que tiene mucho trabajo. Sandra se acerca a ella: “Bea, hay otras cosas además del trabajo, tómate la tarde libre, vete a algún sitio tranquilo y léelo.”
Bea se niega y sigue trabajando.

Pasados varios días, Bea fija su mirada en el diario, lo coge con mucho recelo y lo abre. Empieza a leer los sentimientos de Álvaro, su dolor al perderla y como se dio cuenta entonces de lo mucho que la quería, el dolor por todo el daño que él le había hecho, sus remordimientos, su conciencia. Los días en los que no paraban de pelear y en los que lo que le hubiera gustado era abrazarla y decirle que la quería. Lo vacía que estaba su vida desde que ella se había ido. Lo que echaba de menos las pequeñas cosas, como el pijama rojo de ositos debajo de su almohada que olía a ella.
Bea cierra el diario, creía que Álvaro había cambiado, pero la lectura de sus mentiras confirmaban que los mentirosos patológicos no cambian nunca. Sin embargo, como el insecto que no puede evitar ir a la luz, todos los días coge el diario y lee algunas páginas.

Entretanto, Álvaro ha iniciado una nueva vida en Londres.



Queridos blognautas,

Cómo poder explicar lo que siento. Álvaro se fue hace dos meses y no pasa un solo día en el que no recuerde aquellas palabras que me dijo cuando estuve a punto de presentar mi dimisión a causa del artículo que publicó La Cuestión:
“No me imagino venir a trabajar todos los días y que tú no estés”
Pues bien, si por aquel entonces no creí sus palabras, ahora soy yo la que tiene que venir a trabajar todos los días, mirar su mesa, su silla y no verle a él, y os aseguro que, lejos de acostumbrarme, se me hace cada día más cuesta arriba que el anterior. Ha sido al irse cuando me he dado cuenta de lo mucho que le sigo queriendo, de cuánto hecho de menos sus miradas, sus sonrisas y hasta sus palabras, aunque fueran de “mentiroso compulsivo”.
Pero lo peor estaba por llegar, y ha sido Sandra la que se ha presentado con el diario de Álvaro en mano y me lo ha tendido invitándome a leerlo, bueno, más bien obligándome a leerlo. Sandra que no siente especial aprecio por él. Si la convence a ella, que no será de mí, que estoy deseando amarlo y negarlo, añorarlo y olvidarlo, …
Cuando Álvaro intentó darme le diario lo rechacé, lo rechacé para defenderme, era preferible dejarlo marchar pensando que todo había sido realmente mentira a creerle.
Tanto ha insistido Sandra, tantas vueltas ha dado mi cabeza que, al final, caí en la tentación de abrir el diario que le regalé en San Valentín. Han pasado meses de aquello, pero en mi alma pesan como si fueran años. Leer el diario de Álvaro ha sido una de las cosas más duras que he hecho en mi vida, no os imagináis la lucha interna entre mi cabeza negándolo todo y mi corazón deseando creer. Recuerdo el día en el que le dije que sentía lástima de él porque nunca sabría lo que es amar a alguien, su enfado, sus palabras de que no volvería a enamorarse. ¿Creéis que ahora debo sentir lástima por mí? ¿Lástima por dejar ir al hombre al que no he podido dejar de amar por más que lo he intentado? ¿Por dejarlo marchar cuando él también me quería?
A veces me despierto con la sensación de que todo ha sido un mal sueño, de que vuelvo atrás en el tiempo y no escucho aquella conversación entre él y Gonzalo en el baño. No puedo evitar preguntarme una y mil veces que hubiera pasado si no hubiera escuchado aquellas palabras que me destrozaron el alma y que sólo ahora entiendo que no eran verdad. ¿Seguiríamos ahora juntos? Todo aquello a mí me sirvió para madurar y a él para empezar a cambiar. Ninguno de los dos es lo que era entonces.
Así que, para sobrevivir, me levanto todos los días, me ducho, me visto y me dirijo a Bulevar. Me refugio en el trabajo intentando no pensar en otra cosa que no sea el día a día, procurando no cerrar los ojos para así no revivir nuestros momentos juntos, sus besos, sus caricias, todos aquellos instantes que yo creía falsos.

Una blognauta intentando proseguir un día más.




Queridos blognautas,

Esta mañana, cuando he bajado a la cafetería a tomar un café, las chicas estaban comentando una revista en la que aparecía una foto de Álvaro con una mujer guapísima.
Incluso el antipático de Richard al ver la foto, ha dicho con esa voz de pito: “hay que reconocer que Carla sigue ‘estupeenda’ ”. La cara que ha puesto su amiga La Pelos Leonidos ante la foto en cuestión creo que sólo ha debido de ser superada por la mía. ¿Qué tendrá este hombre que, a pesar de los pesares, ningunas de sus ex es capaz de olvidarle del todo? Cayetana, con esa cara de asco que sólo ella sabe poner, ha recalcado que la tal Carla era “demasiado mayor” para Álvaro. ¿Mayor? La mujer de la foto parece tener apenas unos años más que yo. ¡Ay, ay! ¡Qué vuelvo a sentirme aguijoneada por los celos! Y es que, para seos franca, después de las muchas mujeres que le he conocido mi ex, creo que esta es, sin duda, la más guapa de todas y, para colmo, los ojos y la sonrisa de la foto parecen sinceros.
Él está guapísimo, como siempre, aunque parece algo triste.

Según he podido enterarme después, la foto se tomó en una entrega de premios, en la que se concedía un premio a la revista “Working Woman” en la que trabaja ahora Álvaro en Londres. La mujer de la foto, Carla Marín, es la directora de contenidos de la revista, ex-modelo, diva de Bulevar en tiempos del padre de Sandra y del de Álvaro, amiga de Sandra, y conoce a Álvaro desde que éste era pequeño. Marga nos contaba como Álvaro y Gonzalo venían cada vez que Carla tenía alguna sesión en Bulevar, Carla bajaba con ellos a comer su famoso bizcocho casero de chocolate, y como, con un guiño, les pedía que no se chivaran a nadie de que ella se hartaba de tarta mientras las demás modelos andaban a pan y agua, bueno, a lechuga y agua.
Sandra, mientras comíamos en mi despacho, me comentaba entre bocado y bocado, que había perdido un poco el contacto con ella desde que ésta se fuera a vivir a Londres, Carla era una mujer estupenda, que la había sacado de más de un apuro (véase la famosa boda de la hija de cierto banquero), y las locuras que cometía cuando Carla no la acompañaba porque estaba pegada a los libros entre desfile y desfile. Al parecer compaginó su carrera de modelo con la universitaria, pero al acabar la universidad nadie confiaba en que una mujer tan guapa, una modelo, tuviera cerebro para la vida empresarial. Lo que son las cosas, a mí no me daban ninguna oportunidad por fea y a esta mujer no se la daban por guapa. Sinceramente, no hay quien entienda este mundo.
Sandra se reía al ver la foto de Álvaro con ella, con toda seguridad, Carla había estado en los sueños de adolescentes del dúo Álvaro y Gonzalo, incluso en los del estirado de su hermano Diego, que jamás quiso unirse a las chocolateras excursiones a la cafetería pero guardaba rencor contra Álvaro y Gonzalo por hacerlo.
Sandra añadió que habló hace poco con ella por teléfono y se enteró de que Carla lo había pasado fatal, amaba a su marido y éste la había dejado por una modelo 15 años más joven que ella.
Así que, ya veis, me imagino a Álvaro reencontrarse en Londres con un antiguo sueño de adolescente, que para colmo tiene el corazón roto por el abandono de su marido, y no me hace falta más que sumar dos y dos para imaginarme el resto. ¿Habrá intentado Álvaro olvidar el amor que me declaraba en su diario en los brazos de esta mujer, de la cual todos parecen guardar un buen recuerdo? ¿Habrá ella intentado consolarse y olvidar a su ex en los brazos del mío?
¡Qué malos pueden llegan a ser la imaginación y los celos combinados!

Una blognauta celosa.



Queridos blognautas,

Creo que, por mi salud mental, voy a dejar de pasar por la cafetería. Esta mañana me dirigía a tomar una infusión cuando las chicas andaban de nuevo en corrillo comentando fotos. Jimena, adicta a la prensa rosa, además de a las rosquillas, había traído otra revista en la que salían nuevas fotos de Álvaro con Carla Marín. Esta vez no han sido punzadas de celos lo que he sentido, sino estocadas.
Las fotos en sí eran de lo más inocentes, Carla aparecía acompañada de su hijo de 3 años y de Álvaro en lo que parecía un centro de ocio. A ella se la veía feliz y relajada, pendiente en todo momento de su hijo. Álvaro tan guapísimo como siempre, parecía animado con el niño, incluso en una de las fotos lo tenía en brazos. Del niño sólo se veía el cuerpecito, la cara la tapaba un enorme círculo negro.
La revista ponía lo que será lo típico en estos casos: “Carla Marín, tras la difícil ruptura con su marido, parece haber recuperado la alegría al lado de su hijo y del apuesto joven que la acompaña”.
Si hace unos días me pareció una mujer guapísima vestida de gala, en estas fotos, con ropa informal, sin apenas maquillar ni peinar, me ha parecido una mujer igualmente hermosa, con una naturalidad que entiendo fue la que enamoró a las cámaras en su época de modelo.
En el breve artículo, la periodista contaba como Carla, de 37 años, modelo de éxito en su juventud, y alejada de los escándalos que parecen rodear muchas veces el mundo de la moda, había conseguido en esta nueva etapa de su vida transformar la revista de la que era directiva. La revista había pasado de ser la típica con artículos sobre moda, mobiliario y viajes inalcanzables para la mayoría de las mortales, a ser una revista de referencia, útil y cercana a sus lectoras. Justo lo que yo siempre he deseado hacer con Bulevar y creo que entre Sandra y yo lo estamos consiguiendo. Todo un logro si consideramos que estas dos mujeres (Carla y Sandra) han estado antaño rodeadas de lujos. Sandra dice que Carla y yo tenemos muchas cosas en común, y que me caería bien si la conociera. Yo sólo espero que una de esas cosas en común no sea mi muy querido ex…
Esta mujer de 37 años, diez más que yo, parece, como decía la canción, “bendecida por el dios de los años bien llevados”, porque viendo las fotos se diría que apenas cuenta 30 espléndidas primaveras. Cayetagria la consideraba el otro día mayor para Álvaro. A mí me parecería fantástico que esta mujer saliera con un hombre más joven que ella, sino fuera porque en este caso puede que ese hombre sea Álvaro.

Lo peor es que Sandra ha visto como me ha afectado el artículo. Me ha dicho que, conociendo a Carla, no cree probable que haya algo entre ella y Álvaro. Álvaro fue siempre el niño de los ojos de Carla, algo así como el “sobrino” favorito. Esto no me consuela demasiado, ya que Álvaro no es su sobrino y hace muchos años ya que dejó de ser un niño. Además, haciendo memoria, Álvaro describió una vez a Sandra como “una segunda madre” y acabaron los dos en la cama. Es cierto que Sandra iba de Mata Hari por la vida, e insiste en que Carla fue siempre una mujer de muy pocos y sinceros amores, pero no sé si esto, lejos de tranquilizarme, hace que me preocupe más.

Blognautas, sé que Álvaro me quiere, pero se marchó creyendo que yo había dejado de amarle y que me había perdido para siempre. Entiendo que en estas circunstancias quiera rehacer su vida. ¿Intentará olvidarme en la distancia con esta mujer que, además de guapa, todos califican de extraordinaria? Como diría Sandra, una mujer de verdad y no una mujer “hueca” como aquellas con las que Gonzalo y él estaban acostumbrados a flirtear.
No puedo evitar que me reconcoman los celos.

Lo dicho, a partir de ahora me traigo un termo con agua caliente y unas bolsitas de infusión para no tener que volver a pasar por la cafetería, también club de reunión de mis chismosas chicas del 112.

Voy a olvidarme de todo y a centrarme en el éxito que estamos teniendo con Bulevar online y la edición especial navidad de Bulevar, pero eso os lo cuento mañana.

Una blognauta dominada por los celos.




Queridos blognautas,

Esta mañana, y a pesar de lo que prometí el otro día, me he dirigido de nuevo a la cafetería a por una infusión. Claro, que no es la primera que rompo mis promesas, véase aquella de no volver a coger el ascensor, el dichoso ascensor…, ¿culpable o no de parte de mis males?
Pues como os decía, entré en la cafetería con cierto temor a encontrarme de bruces ante una nueva foto de Álvaro y “La Guapísima”, que es como me ha dado por denominar a Carla Marín. Para los poco cinéfilos, os diré que “La Guapísima” es como llamaban a Rita Hayworth en Gilda, la película que la convirtió en el "sex symbol" de la época y que la marcó para siempre. Es lo que hace tener un padre aficionado a las películas antiguas, al final te quedas enganchada al cine en blanco y negro. En fin, sólo espero que el Johnny Farell de esta mujer no la haga sufrir tanto como el de Gilda y sobretodo, que no sea el mío particular.
En el fondo creo que no soy justa con Carla, todos, salvo Los Tres “Mosqueperros”, la recuerdan por ella misma y no por su belleza, lo cual, no creo que sea tan fácil. Los Tres Mosqueperros son, por supuesto, Cayetana, Bárbara y Richard, a los que lo de “poner cara de perro” les va que ni pintado. Aunque, he de reconocer que Cayetana está algo cambiada y está claro que persigue algo con Nacho porque, no pudo disimular la cara de alegría que puso cuando se enteró de que lo habíamos dejado.
Al final, esta vez, pude coger mi manzanilla sin sobresaltos y dirigirme de nuevo a mi despacho.
Sobre la vida en Bulevar os diré que nos va bastante bien. Tal y como os comentaba el otro día, creo que Sandra y yo estamos consiguiendo nuestros propósitos cuando compramos la deuda de Bulevar. Estamos sacando la revista adelante, le hemos dado un nuevo enfoque, más cercano a nuestras lectoras, y hemos aumentado la tirada. Creo que la página web, Bulevar OnLine, aquella que surgió para librarnos de las garras de Diego por la torpeza cometida por Gonzalo en una transferencia, ha resultado un acierto para nuestros propósitos. Mi idea de publicar en la web un pequeño resumen de nuestros artículos ha funcionado bastante bien, y la gente, lejos de lo que podían pensar algunos, tras consultar la página, se muestra más interesada y compra nuestra revista, que es lo que nos interesa.
También influye el que hayamos aumentado los ingresos por publicidad, lo cual se lo debemos a Gonzalo. Sí, Gonzalo, el eterno escaqueado del trabajo, está desconocido y totalmente centrado en sus funciones como director de publicidad. En el fondo me da algo de pena, aunque él no lo reconozca, lo está pasando mal con su historia con Sandra, bueno con Sonsoles. También echa mucho de menos a Álvaro, han sido muchos años de inseparables compinches. Creo que hasta Sandra, aunque no lo admitiría jamás, echa un poco de menos a Álvaro.
Yo le echo de menos a todas horas. En el trabajo lo que más echo de menos es su entusiasmo, ese que en los primeros días me llevó a intentar realizar informes y trabajos en tiempos imposibles, todo con tal de no defraudarle y de ayudarle.

Se despide,

una bloganuta melancólica.



Conversación entre Carla y Sandra

Sandra le ha comentado a Bea que no cree que haya nada entre Carla y Álvaro, pero lo cierto es que en las fotos que salían en la revista Álvaro parecía sentirse muy bien con Carla y con el hijo de esta, casi podría decirse que parecían una familia feliz, si es que las familias felices existen.
Ahora, es ella la que no está tranquila. La mujer que ella conoció era inteligente, sensible, cariñosa, espontánea…, su aire de inocencia le costó no pocos disgustos durante su vida de modelo. Por eso le decía a Bea que tenían muchas cosas en común.
Y si a Álvaro también le recordara a Bea… Eso, unido al mutuo afecto que se tenían desde hace casi veinte años, a que ambos estaban intentando unir los pedazos de un corazón roto, a que ella seguía siendo una mujer bellísima … Todos esos ingredientes agitados, que no batidos, como los "Martinis" de James Bond, podrían dar lugar a un cóctel explosivo del que podrían salir los tres, Bea, Carla y Álvaro, bastantes maltrechos, si es que Álvaro amaba realmente a Bea y sólo trababa de olvidarla en los brazos de Carla.
Tras pensarlo, ya en su despacho, Sandra levanta el teléfono y le pide a Chusa que le ponga en contacto con la revista “Working Woman” en Londres y les comunique que Sandra de la Vega desea hablar con Carla Marín.

Al cabo de un rato, Cayetana está hablando con Sandra en el despacho de esta, suena el teléfono, es Chusa para comunicarle que le pasa la llamada con Working Woman.
Sandra aparta el teléfono y le dice a Cayetana con una sonrisa: “Caye, cariño, si no te importa, luego seguimos hablando”.

Al otro lado del teléfono se oye “Hello, this is Carla”.
Sandra sonríe y dice “Carla, soy Sandra de la Vega”
Se ve una imagen de Carla con una sonrisa de alegría en su despacho. “¡Sandra! ¿Qué tal te va?“
Sandra: “Pues ya ves, hasta arriba de trabajo”.
Carla: “Aún no puedo creer que te hayas transformado en una auténtica ejecutiva. Yo que estaba pensando en que me llevaras a bailar cuando vaya a Madrid. Ahora que soy una solterona, no me vendría mal un poco de diversión. Si es que no tienes un plan mejor…” (Un guiño y una sonrisa).
Sandra, con esos gestos suyos tan característicos: “Plan, plan, algo tengo. Pero vamos, que a una noche de juerga no le digo yo que no.”.
Carla: “Ja, ja. Me alegra oír que queda algo de la Sandra de siempre.”
Sandra: “Últimamente se te ve mucho en la prensa. Felicidades por el premio que le dieron a vuestra revista.”
Carla: “Gracias. Nos costó un bastante a mi equipo y a mí cambiar la mentalidad (bajando la voz como para que no la oigan, y con un gesto de complicidad) de algún que otro estirado caballero inglés. ¿Qué tal por Bulevar? He oído que últimamente os va mejor que nunca.”
Sandra: “Lo cierto es que nos va muy bien y en gran parte es gracias a mi socia, una chica fantástica, tendrías que conocerla. Y hablando de caballeros, en las revistas se te ve siempre acompañada por nuestro ‘Alvarito’.
Carla sonríe de nuevo. “Sandra, nos conocemos hace mucho y ya sabemos de qué pie cojea cada una…”
Sandra: “No sé a lo que te refieres”.
Carla: “Sandra, no tendrá que ver tu llamada con que Álvaro haya dejado todo y haya aparecido por Londres como un alma en pena.”
Sandra: “Me has pillado, chica. En Bulevar no ha sentado muy bien que nuestro director nos haya dejado para irse a Londres, a unirse a otra publicación, aunque tú estés en ella. Pero, ¡qué dramática eres! Si hay algo que Álvaro Aguilar no puede ser, es un alma en pena”.
Carla: “Sé lo que digo Sandra. Jamás pensé que vería al conquistador por excelencia con el corazón roto. No creí que hubiera una mujer capaz de calarle hondo, desde luego ésta lo ha hecho. Debe de ser una mujer extraordinaria.”
A Sandra se le escapa: “Lo es.” Se tapa la boca con una mano y pregunta: “¿Te ha contado algo Álvaro?”
Carla: “Ni media palabra. Sabes que no soy dada a preguntar y le conozco tan bien que me bastó mirarle para imaginar la razón por la cual había dejado España.”
Sandra: “¿Por qué dices eso?”
Carla: “Como te he comentado, conozco demasiado bien a Álvaro. Si se marchó de allí fue porque la mujer en cuestión estaba muy cerca de él, lo más cerca que se me ocurre es Bulevar y está claro que Cayetana no es. No te enfades, pero siempre supe que Cayetana no era la mujer que podría cambiar a Álvaro.”
Sandra: “Estoy de acuerdo contigo en lo que respecta a Caye, pero no estoy muy segura de realmente exista esa mujer”.
Carla: “Pues existe. Hace nada hubiera pensado a Álvaro incapaz de decirle que no a una sugerente modelo de portada para luego pasar la tarde con mi hijo y conmigo.”
Sandra: “Eso es que subestimas tus encantos.”
Carla: “Ja, ja. Sandra, no hace falta que intentes subirme la autoestima, he decidido pasar página tras mi separación. Y en todo caso, serían los encantos de mi hijo y no los míos.”
Sandra: “Me alegro de que estés más animada.”
Carla: “Tras tu llamada tengo claro que el motivo de los pesares de Álvaro está en Bulevar, y es más, diría que es alguien a quien tú aprecias mucho. Déjame adivinar, Caye no es,… ¿no tendrá esto algo que ver con esa maravillosa y enigmática socia tuya?”
Sandra: “¡Hum!”.
Carla: “He dado en el clavo, ¿verdad?”
Sandra guarda silencio al otro lado de la línea.
Carla: “Y si continuo haciendo conjeturas, debió de pasar algo grave entre los dos, porque Álvaro no se marcharía por un simple rechazo.”
Sandra: “Siempre has sido una mujer inteligente, espero que los ingleses sepan apreciarte en lo que vales.”
En ese momento llaman a la puerta del despacho de Carla. Carla, bajando la voz: “Tengo que dejarte, Sandra”.
Se abre la puerta del despacho de Carla y aparece Álvaro que le pregunta con una sonrisa si puede hablar con ella un momento.
Carla le sonríe y le hace un gesto para que entre, mientras al teléfono le contesta a Sandra: “Allright, I’ll call you back.”
Sandra cuelga el teléfono, se queda pensativa, como ha dicho, es una mujer inteligente, unas pocas palabras le han bastado para adivinar lo que otros no se imaginaban teniéndolo delante de sus narices.
La razón que se le ocurre por la cual cambie a inglés es porque Álvaro ha entrado en su despacho y ella no quiere que sospeche. Al final no le ha aclarado si hay algo entre ambos. Aunque, estando Carla al tanto de todo, no cree que se aventure a tener algo con Álvaro, sabiendo que él quiere a otra mujer.

En el despacho de Carla, Álvaro tras tratar unos asuntos de trabajo, le pregunta si quiere cenar con él.
Carla le dice: “No puedo salir a cenar, Álvaro. No me gusta dejar a Joel con la canguro. (Con un gesto de resignación) Creo que el hecho de estar hecha una “madraza” era una de las cosas que le molestaban a mi ex. (Cambiando de expresión) Si no eres demasiado exigente te invito a cenar en casa. No es que esté hecha una gourmet, pero algo podré apañar después de acostar a mi pequeño terremoto. ¿En mi casa a las 9?”.
Álvaro asiente: “A las 9.”
Carla: “¿Traes el postre?”, con una sonrisa de picardía, “ya sabes, algo dulce”.
Álvaro se ríe y asiente.
Álvaro sale del despacho. Carla, se queda pensativa. Sabe perfectamente qué es lo que pretendía Sandra con su llamada, averiguar si había algo entre Álvaro y ella. Prefería evitar la pregunta, por su parte no podía decir ni sí, ni no. Después de tantos años, el Álvaro de ahora era un hombre de verdad, no el niño malcriado que lo tiene todo que fue siempre. Estaba claro que el dolor le había hecho madurar. Para ella podría ser muy fácil ponerse una venda en los ojos y dejarse llevar por el encanto del nuevo Álvaro. Pero no, en cualquier caso, sería un craso error, los dos habían afrontado una dolorosa ruptura y un “romance” era lo que menos les convenía a ninguno de los dos. (Sonríe) Mejor ser los amigos de siempre y apoyarse mutuamente.

En casa de Carla, suena el timbre. Carla abre la puerta y aparece Álvaro (vestido de manera informal) con un paquete con el postre. Carla le sonríe y le invita a pasar: “Pasa, la cena está casi lista” Álvaro pasa y le da un beso en la mejilla. Carla añade con una sonrisa: “Sólo espero que se pueda comer”. Álvaro le devuelve la sonrisa.
Carla le da las gracias a Álvaro por el postre y le indica: “voy a meterlo en la nevera”. Álvaro la sigue a la cocina. Carla le pregunta: ”¿podrías poner la mesa, por favor? Con Joel no me dado tiempo. Además estoy hecha una pena y me vendría bien una ducha. No te importa, ¿verdad?”
Álvaro le sonríe y le dice que estará encantado.
Carla señalándole la mesa de la cocina: “Lo he dejado todo encima de la mesa.”. Le da un beso en la mejilla y se dirige a darse una ducha. Mientras Álvaro prepara la mesa en el comedor. La casa de Carla es amplia y sencilla, moderna pero sin extremos, decorada en colores claros, con buen gusto.

Después de darse la ducha, Carla aparece vestida con unos pantalones y un jersey de punto. Álvaro tiene la mesa preparada.
Carla ha preparado ensalada y magret de pato con cebolla confitada y patatitas salteadas. Álvaro sonríe, para no ser una “gourmet”, Carla se ha tomado muchas molestias. Cenan tranquilamente y charlan. A Álvaro le resulta muy fácil estar con ella, desde que Bea le dejó no ha vuelto a tener paz y Carla le devuelve algo de tranquilidad a su vida.
Carla mira el reloj: “¡Uf! Es tardísimo, se me ha pasado el tiempo volando”.
Álvaro le contesta: “Sí. Es hora de irme.”
Carla le acompaña a la puerta. Álvaro le da un beso en la mejilla y se despide hasta el día siguiente. Carla le sonríe con un hasta mañana.




Carla

Carla cierra la puerta de su casa tras salir Álvaro. Nunca había visto a Álvaro tan ávido de cariño. Se había sentido tentada de abrazarle y consolarle como si de su hijo se tratara.
Mientras hacía la cena, le había dado muchas vueltas a la breve conversación telefónica con Sandra. Se había arriesgado un poco al hacer sus conjeturas y Sandra prácticamente se las había confirmado. Hay veces que los silencios valen más que mil palabras. Estaba claro que Sandra le había llamado por la otra parte, no sentía tanto afecto por Álvaro como para preocuparse por él. Y si Sandra se preocupaba por la mujer en cuestión, estaba claro que las inocentes fotos de Álvaro y ella en la prensa le habían hecho daño. Lo cual, sólo podía significar que lo que había habido entre ambos había sido muy fuerte y quizás lo seguía siendo.
¡Uf! Esperaba que no pasara con la cena como en “Como agua para chocolate” porque, con la de vueltas que le había dado a la cabeza mientras la preparaba, se les iba a indigestar. Ella y su imaginación,… otra de las cosas que le molestaban a su ex.


Carla está en su despacho, recibe una llamada de su jefe convocándole a una reunión urgente por un problema surgido en la editorial que tienen en Madrid. Carla piensa en un instante, coge su móvil y llama al móvil de Sandra.
Sandra está hablando con Bea, no puede hablar claro con Carla con Bea delante. Coge el móvil y le saluda sin nombres.
Carla le dice: “Sandra. No tengo tiempo para explicarte, pero necesito que me respondas con sinceridad.”
Sandra: “Dime”.
Carla: “La mujer a la que ama Álvaro, ¿siente lo mismo por él?”
Sandra se queda muda al otro lado del teléfono.
Carla insiste: “Sandra, es importante”.
Sandra, mira un segundo a Bea y le responde a Carla: “Sí”.
Carla vuelve a preguntarle: “Lo que pasó entre ambos, ¿sigue siendo un impedimento?”
Sandra vuelve a dudar, mira de nuevo a Bea, y le responde: “Creo que no”.
Carla le responde: “Gracias, tengo que dejarte. Te llamo en otro momento”. Carla cuelga a Sandra y se dirige a la reunión.
Sandra se queda un poco perpleja, móvil en mano, y le dice a Bea: “para que luego digan que yo estoy loca, hay cada uno por ahí” (le da una excusa del tipo de “las medusas”, algo sobre hacer “snowboarding o algo así).

En la reunión de Carla:
En la editorial de Madrid el director del suplemento de un diario ha dimitido por problemas personales. Se necesita a alguien que lo sustituya. Carla apuesta por Álvaro, tiene experiencia en el mercado editorial español y sería perfecto para el puesto. Desde la editorial británica entienden que sería adecuado para el puesto, pero apenan lo conocen y tienen alguna reticencia. Carla insiste y finalmente, aceptan darle una oportunidad a Álvaro.
Carla sale de la reunión, llega a su despacho, se sienta, se apoya en el respaldo de su silla y respira. Antes de tomar la decisión que había tomado necesitaba que Sandra le indicara que no mandaba a Álvaro a Madrid sin esperanzas. Además, si todo iba bien, tarde o temprano Álvaro volvería a Bulevar y ella tendría algún que otro problema por haber recomendado a alguien que dejaría el puesto. En fin, sólo había que esperar a ver qué tal marchaba todo. Ahora habría que convencer a Álvaro de que volviera a Madrid. De venderle la oportunidad se encargaba ella, no podría decir que no. Lo cierto es que el puesto se lo habían ofrecido a ella, le interesara volver a casa, pero quería ayudar a Álvaro y además, primero tendría que llegar a un acuerdo con su ex, que era un poco duro de pelar. Respira de nuevo y coge el teléfono para hablar con Álvaro.


En el despacho de Carla:
Álvaro sale del despacho. Carla se queda triste y pensativa. Álvaro ha sido un hueso más duro de roer de lo que ella esperaba, le ha costado convencerlo para que acepte la oferta. Realmente lo que pasó debió de ser grave. Quizás hubiera sido mejor hablar con él cara a cara y decirle que, fuera lo que fuera lo que le hizo dejar Bulevar, debía volver y enfrentarse a ello; en lugar de favorecer su vuelta a Madrid con este nuevo puesto. Pero ya estaba hecho. Seguramente Álvaro dejaría el puesto y volvería a Bulevar, pero lo que le había dicho era cierto, con este puesto podría demostrar a todos su valía, el puesto lo había obtenido por él mismo (y no por ser hijo de uno de los dueños, como en Bulevar). Así, de volver a Bulevar, lo haría con la cabeza alta.
Sus jefes al final habían considerado que Álvaro era muy válido para el puesto y ella sabía que desempeñaría muy bien sus funciones como director.
Carla mira el reloj, hoy no tiene demasiado trabajo, puede ir a buscar a Joel al colegio. Le recogería, pasaría la tarde con él y luego trabajaría en casa. Suspira, “todo gracias a las nuevas tecnologías”. Cierra el portátil, avisa para que ante cualquier eventualidad la llamen al móvil, recoge su abrigo y sale del despacho.




Tras unos meses, llega de nuevo la Navidad, Bea no tiene ganas de fiesta, la fiesta del año pasado le trae recuerdos demasiado amargos.

Álvaro vuelve a Madrid por Navidad, le han ascendido en la empresa y le han trasladado a Madrid a desempeñar un nuevo puesto. Él tampoco puede evitar el ir a Bulevar, con la excusa de saludar a todo el mundo, pero la verdad es que lo único que quiere es verla a ella.

Álvaro llega a Bulevar, están de fiesta, la panda del 112 ha montado de nuevo un karaoke.
Todos le saludan al entrar y le preguntan qué tal le va por Londres. Álvaro reparte sonrisas, pero no cesa de buscar a Bea con la mirada sin encontrarla. Este año es Bea la que se ha quedado trabajando en su despacho.
Sandra, le ve, manda a Gonzalo a buscar a Bea con una orden directa y le dice que no se le ocurra bajar sin ella bajo ningún concepto.
Sandra se acerca a saludar a Álvaro, incluso le da un beso cariñosamente en la mejilla y le pregunta con su habitual desparpajo: “¿qué tal por Londres, hombretón?”. Álvaro le sonríe y le dice que estupendamente. (“Eso no es lo que dicen tus ojos de lobo herido”, piensa Sandra).

Las chicas del 112 le proponen a Álvaro que se una a la fiesta y que cante alguna canción con ellos en el karaoke, Álvaro se niega, alegando cantar fatal. Las chicas dicen que no se puede negar. Álvaro acepta, con muchas reticencias, cantar algún villancico.
Este año es Sandra la que cambia la canción a cantar y elige Adoro, Álvaro se queda parado al oír las notas de música, pero Bea sale en ese momento del ascensor con Gonzalo y él empieza a cantar.

Adoro la calle en que nos vimos
La noche cuando nos conocimos
Adoro las cosas que me dices
Nuestros ratos felices
Los adoro, vida mía

Adoro la forma en que sonríes
Y el modo en que a veces me riñes
Adoro la seda de tus manos
Los besos que nos damos
Los adoro, vida mía

Y me muero por tenerte junto a mí
Cerca, muy cerca de mí
No separarme de ti

Y es que eres mi existencia, mi sentir
Eres mi luna y eres mi sol
Eres mi noche de amor

Adoro el brillo de tus ojos
Lo dulce que hay en tus labios rojos
Adoro la forma en que suspiras
Y hasta cuando caminas
Yo te adoro, vida mía

Y me muero por tenerte junto a mí
Cerca, muy cerca de mí
No separarme de ti

Y es que eres mi existencia, mi sentir
Eres mi luna, eres mi sol
Eres mi noche de amor (noche de amor)

Yo te adoro, vida mía
Yo te adoro
Yo te adoro, vida mía
Yo te adoro, vida mía
Yo te adoro
Vida mía...


Bea lo ve, pero, sin apenas mirarle, se da media vuelta, sube nuevamente al ascensor, y va hacia su despacho.

Álvaro piensa en correr hacia el ascensor, pero deshecha la idea. A duras penas intenta no perder la sonrisa, se despide de todos y se va a su casa con la excusa de que viene directamente desde el aeropuerto, lo cual es cierto, y tiene que ir a su casa a deshacer las maletas.

Álvaro está en su piso, con el par de maletas que ha traído de Londres. El piso está medio vacío, solo hay soledad a su alrededor, quizás debería haberse quedado en Londres, no aceptar el nuevo puesto y el consecuente traslado a Madrid. Se había marchado a Londres para huir de todo, pero la tentación de volver a verla había sido demasiado grande.
Tiene que llamar a sus padres para decirles que acaba de llegar, pero no se siente con ánimo de fiestas ni reuniones familiares.

Suena el timbre, Álvaro no tiene ganas de abrir la puerta, seguro que es Gonzalo para echarle la charla por el “numerito” del karaoke. Suena de nuevo, al final, con desgana, va a abrir la puerta y la que está allí es Bea. “¡Bea!” Se queda paralizado sin poder decir nada.

Bea le recrimina por todo lo que la ha hecho pasar, por todos las mentiras, todas sus desilusiones.
Álvaro le pide perdón:
Álvaro se acerca a ella, le coge una mano, se la besa y sin soltarla, le dice: “Bea, siento todo el daño que te he hecho. Siento todas las mentiras. Sabes que daría cualquier cosa por poder dar marcha atrás, porque me creyeras cuando te digo lo mucho que te quiero y lo que me cuesta vivir sin ti.”

Bea le aparta casi de un empujón, se da la vuelta y se echa a llorar, ahora es una mujer fuerte, pero tras la lectura del diario de Álvaro ya no sabe qué pensar, lleva demasiado tiempo escondiendo sus sentimientos y necesita desahogarse..

Álvaro se acerca de nuevo a ella, le coge la cara entre sus manos, como solía hacer antaño, “Bea, te quiero”, la da un beso breve en los labios, la abraza y le dice “te quería en todos esos momentos, aunque yo no lo supiera”.

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