domingo, 4 de noviembre de 2007

8. Diego y sus "moras"

Diego en Madrid

Diego ha logrado apartar temporalmente a Carla de su mente. Unos días después de su regreso de Londres, durante una comida de negocios, se encuentra en el restaurante con Anna Ballester, una antigua amante a la que hace tiempo que no veía.
Anna había trabajado en el despacho de abogados del que él era cliente, por supuesto, el mejor de la ciudad. Se acostaron juntos de forma esporádica durante una temporada, hasta que Anna empezó a salir con otro hombre y se trasladó a Barcelona. Le sorprende verla de nuevo en Madrid.
Anna era la mejor en su especialidad, derecho matrimonial, una rama que él no iba a necesitar nunca, (una desagradable sonrisa) por eso tuvo un lío con ella. Anna era como él, fría, calculadora, Carla la hubiera definido como una tiburona. Para una abogada de prestigio, aquello parecía casi una necesidad. Seguía su misma máxima, el fin justifica los medios, aunque no tan a rajatabla como él. Se entendían perfectamente y, en la cama, querían lo mismo, pasar un buen rato y punto.

Anna había regresado a Madrid bastante escarmentada de su relación, más que nunca, deseaba algo sin compromisos ni ataduras de ningún tipo. Diego era perfecto para eso, los dos buscaban lo mismo.
Quedaron ese fin de semana. Tras la cena, acabaron en el hotel de la última vez... y en la habitación de la última vez. Esta vez no había sido planeado. Diego llamó al mismo hotel por comodidad, cuando reservó habitación le preguntaron "¿La misma habitación, señor de la Vega?". Él había respondido de forma afirmativa, sin pensar que se refería a la habitación en la que había estado con Nicky, la de Carla. Cuando le dieron la tarjeta y se fijó en el número no le hizo ninguna gracia pero, haber cambiado la habitación habría sido un gesto de debilidad por su parte y no estaba dispuesto a ello.
La chica le había preguntado si deseaba la misma habitación, porque la última vez él había insistido en que quería esa en concreto, de hecho tuvo que cambiar otra reserva para dársela, a cambio de lo cual, recibió una buena propina.

La noche con Anna fue levemente mejor que con Nicky. ¿Qué había pasado esta vez? Anna era ambiciosa, inteligente, atractiva,... justo como le gustaban a él las mujeres. ¡Aquella maldita habitación!

La cosa hubiera quedado así si no fuera porque el martes ocurrió algo que no esperaba, le llamó Carla. Joel se quedaba aquel fin de semana con su padre y ella iba a aprovechar para ir a Madrid a supervisar unos temas que tenía pendientes. ¿Qué podría tener ella pendiente en Madrid?
Carla le preguntaba si le gustaría cenar con ella el viernes o el sábado, esta vez invitaba ella. Diego reflexionó, no tenía previsto volver a verla pero, ¿realmente le importunaba tanto otro revolcón con ella? Pensándolo fríamente, lo mismo le daba ella que otra y, sinceramente, ella era estupenda dentro y fuera de la cama. El domingo regresaría a Londres y él daría el asunto por concluido.
Carla, ante el silencio de Diego, intentando poner un tono jocoso que no sentía: “Hum, ya veo que no te apetece o, que tienes otros planes.”
Diego pensó que ciertamente tenía otros planes pero, sin mujeres. Las últimas veces, exceptuándola a ella, no había sentido ningún tipo de satisfacción y había decidido dedicarse a otra actividad el fin de semana.
Diego, de forma involuntaria, le preguntó: “¿Has reservado ya habitación?”
Carla: “No, iba a hacerlo ahora en el hotel de siempre.”
Diego: “Procura que sea la habitación de la última vez.”
Carla, riéndose: “¡Por dios, Diego! ¡Es un hotel! Todas las habitaciones son iguales.”
Diego, autoritario: “La de la última vez.”
A Carla no le cabía duda, él había dado por sentado que iban a acabar otra vez en la cama. Respiró: “Esta bien, intentaremos darle el capricho al señor. Iba a reservar por Internet pero, llamaré por teléfono.”
Diego no dijo nada.
Carla continuó: “Te llamo el viernes para concretar sitio y hora.”
Ambos colgaron el teléfono.
Si se acostaba con ella, Diego quería que fuera en aquella habitación, pensó que sería una manera de demostrarse a sí mismo que tenía la situación controlada.

Carla recapacitaba en Londres. Había estado más de media hora con el teléfono en la mano, dudando en llamarle o no. Como le había dicho a Sandra, era el primer hombre que le interesaba desde su separación.
Joanna siempre tenía la misma discusión con ella: “Tienes que salir un poco. No puedes quedarte encerrada en casa, en plan monje, porque tu marido fuera un imbécil”.
Cuando Álvaro apareció en Londres y Joanna vio que Carla se animaba un poco pensó “ya está”. Pero, no tardó en darse cuenta de que Carla no quería nada con él, simplemente era un viejo amigo, su marido le había hecho mucho daño y ella no estaba dispuesta a abrir su corazón de nuevo. Fue entonces cuando le propuso tener “a one night stay”, si no quería tener algo serio, al menos sí, un poco de diversión.
Pero, Carla no era mujer de tener diversiones, era una mujer de sentimientos. Ella sabía que Diego no era el hombre que necesitaba. Sin embargo, no podía evitar que le gustara, cuando estaba con ella perdía aquel aspecto adusto que parecía tener con el resto. ¿Qué ganaba quedando con él este fin de semana? ¿Acostarse de nuevo? Le había dicho la verdad cuando él estuvo en Londres, si no tenía compañía en su cama era porque no quería. Lo que a ella le hacía falta no eran “revolcones”, era un poco de amor y no creía que él pudiera dárselo.

2 comentarios:

Mónica dijo...

Por fin me he puesto al día con tus historietas me faltaban varios día.
Me gusta el enfoque que le estas dando a Diego al final conseguiras que sufra de lo lindo... por lo menos aquí .. que en la serie estan de un pesado que aburren. Sigue pronto.

Anónimo dijo...

Hola Katha:

Desde luego que yo, por lo menos ,no me aburro con tus historias. Digamos que estoy también enganchadas a ella.
Estoy deseando leer la siguiente entrega.
Me gusta el Diego que tu planteas, porque el de la serie es insufrible. Desde luego que mujeriego como nos lo presentan en las web de T5 ,nada de nada.
Pero tiene que sufrir algo.
Y como todos sabemso si el amor es profundo con otra mora no se cura. Solo la distancia hace el olvido.
Besos Rosa.s