martes, 30 de octubre de 2007

7. Diego y su victoria (III)

En el avión

Diego debería estar contento pero, no lo estaba. Los negocios por los que había ido a Londres habían sido un éxito y además, se había salido con la suya, había conseguido colarse de nuevo en su cama. Por si aquello fuera poco, (con una desagradable sonrisa) él le había arrebatado semejante trofeo a Alvarito. Álvaro era un niñato que no sabía dónde tenía la mano derecha si no fuera por Beatriz, lo único que había hecho en su vida era acostarse con cuanta modelo había pasado por la revista. Salvo con ella, y no sería porque Álvaro no lo hubiera intentado, se pasó años pegado a sus vaqueros, incluso habían estado trabajando juntos meses atrás en Londres, estando ella ya separada. No podía creer que ella se hubiera mantenido firme donde sus propias hermanas habían caído. Claro que, una mujer que no soportaba ser utilizada (sólo tenía que recordar sus ojos de fuego al decirle que "volvería a ser cualquiera"), no querría acabar siendo una más en la innumerable lista de Alvarito. Una mujer así se merecía cierta consideración, (con una desagradable sonrisa) aunque luego hubiera caído en la suya.

Sandra le había dicho que estaba segura de que entre Álvaro y ella jamás hubo nada, no la había creído pero, por una vez, la desquiciada de su hermana tenía razón. Sandra parecía conocerla muy bien. ¿Y si también fuera cierto aquel "más infranqueable que Fort Nox"? ¿Por qué diablos le había abierto su puerta a él? Dos veces. Aquellos ojos tristes cuando le llevó a su habitación, aquella pregunta absurda sobre el alma,... ¿No se le habría ocurrido a ella la tontería de creer que podría tener algo con él? No, era una mujer adulta y, hasta donde sabía, inteligente. Aquel "un trabajo de cierta responsabilidad que, según todos, no hago mal" de la primera cena, se quedaba un tanto corto. Por lo que había indagado, Carla se había apañado para introducir sustanciales cambios en la revista en la que trabajaba, la cual había ido aumentando paulatinamente de tirada desde que era ella quien decidía los contenidos. Al parecer, no se quedaba sólo allí, Cibeles no había sido una excepción, cuando quería un reportaje lo conseguía. No era la primera vez que tiraba de agenda y encanto personal para conseguir entrevistas que otros no lograban pero, sólo si iba ella en persona. Definitivamente una mujer así no podría haber encontrado demasiado aliciente en el inútil de Alvarito.

¿Por qué habría desperdiciado su inteligencia siendo modelo? Aunque, había que reconocer que, (con otra de sus sonrisas) luego sabía sacar buen provecho de ello. Le vendría bien gente así cuando se hiciera con el poder de Bulevar, (con la más desagradable de sus sonrisas) era una pena haberse acostado con ella, eso la descartaba por completo. Él no era como Alvarito, tenía muy claro los límites entre, lo que de verdad le importaba, el dinero y el poder, y con quien pasaba un buen rato debajo de las sábanas. Y con ella, tenía que reconocer que el rato era de los mejores.

Puede que ella le gustara, sí, le gustaba, pero, ello se debía sin duda a que era como el Jaguar que acababa de comprarse, tenía belleza, carácter y … "viajar” con ella era un placer.

Diego había encrudecido sus pensamientos para evitar reconocer que lo que había pasado en casa de Carla había sido bien distinto al buen rato que solía pasar de forma esporádica con otras. En la despectiva comparativa con su Jaguar, pretendía convencerse de que, el que ella le gustara, no significaba nada. No podía admitir que, si ella le abrió su puerta una segunda vez, fue porque había comprendido que no era cualquiera. En su subconsciente lo sabía, y ese era el motivo por el cual se había despertado de mal humor esa mañana. Un gélido hombre de negocios como él no podía permitirse, en modo alguno, encapricharse con una mujer. De todas formas, no había peligro, ella vivía en Londres, sería bastante difícil volver a verla, desde luego, él no tenía programados más viajes a Londres.


Carla y su hijo

Tras irse Diego, Joel le pregunta a su madre: "Mamá, ¿es tu novio?"
Carla miró a su hijo con tristeza y le dijo: "No cariño, no es mi novio."
Carla no sabía lo que era, se temía que no era nada. No entendía la diferencia entre el modo en que la había tratado la noche anterior en su dormitorio, y luego, aquel enfado mañanero. ¿Sería porque le había pedido que se quedara y le había visto su hijo?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Diego siempre consigue lo que quiere. Lucha por ello.
Y aunque él mismo no lo quiera reconocer Carla es mucho mejor que su coche.
Come se puede comparar a una mujer con un coche??
Es un hombre frio de hielo pero Carla le esta derritiendo poco a poco. Y ya ha caido en sus redes aunque él no quiera reconocerlo.
En esta III parte parece ( como comentabamos en el blog --quiere lo de Alvaro) que quiere conseguirla por que Alvaro no fue capaz. Y él es mejor que Alvaro por eso Carla sucumbió.
Aunque su subconsciente le dice que no.

Diego estas atrapado.
Pero como puede seguir la historia si viven tan alejados, Katha?? Tú misma lo has planteado ...

Bueno Katha como siempre me gusta mucho tu narrativa e imaginación. Seremos una marujas como tú dices pero nos encanta.

Muchos besos, Rosa.s

AVENOC dijo...

Hola Katha!
Soy Avenoc. Me tiene intrigadísima esta historia en la que ninguna de las partes parece querer enamorarse, pero que irremediablemente van a hacerlo.¿Serán capaces de olvidar los prejuicios, sobre ellos y sobre el otro?
Tu Diego si parece capaz de tener ese sentimiento, no como el de la serie que lo pintan tan mal. Es lo que he dicho en el Blog de Bea, en definnitiva, Diego es la moraleja, por eso lo tienen que pintar cada vez peor...No creo que exista para el redención...
Un Beso muy grande. espero tu siguiente entrega, que me hace pasar un buen rato en el trabajo cuando tengo algún momento libre...
Avenoc