domingo, 12 de octubre de 2008

34. De mal en peor

Había olvidado el móvil encima de su mesa, tuvo que regresar a por él. La oficina estaba desierta, a excepción de la luz en el despacho de Diego. No le extrañó. ¿Descansaría alguna vez?

Con el teléfono por fin en su bolso, descendió en el ascensor. Al abrirse encontró una estampa que no hubiera imaginado: su hermano, maletín en mano, delante del cartel del reportaje que Carla había realizado meses atrás. La expresión de su rostro dejaba claro que el sufrimiento había comenzado. Pulsó el botón para mantener las puertas abiertas. No quería perdérselo ni que él detectara su presencia. Le vio salir. ¿Se repetiría aquel mudo saludo cada noche?

Cuando llegó a la mañana siguiente la foto de Carla había desaparecido de la entrada. Se instaló en su cómodo sillón, delante de un aromático capuchino, antes de enfrentarse a la pila de informes que había en su escritorio, y a los que Diego ya habría anexado sus propios comentarios. Debía reconocer su incansable labor como director. Alvarito tenía percha, pero, al comparar las gestiones de ambos, no había color. La situación de Bulevar había mejorado de forma considerable. La de la revista, no la de su hermano. Trabajo, sólo trabajo. Trabajo para cerrar los ojos a lo que era cada vez más evidente: la echaba de menos.

Se disponía a darle un sorbo a la taza cuando Caye llamó con los nudillos.
- ¡Buenos días! ¿Puedo pasar?
- Adelante. ¿Te pido un café?
- No, gracias. Ya he desayunado. Quería hablar contigo.
- Tú dirás.
- Sobre Diego. - Mientras se sentaba en una de las sillas.
- ¿Qué ha hecho ahora?
- ¿Tienes idea de qué le ocurre?
- ¡Qué cosas tienes! ¡Qué le va a pasar! ¡Qué es Diego! ¿Te parece poco?
- Últimamente no es el mismo. Se pasa la vida metido en el despacho. Desayuna allí, come allí. A veces pienso que hasta duerme.
Por lo visto no era la única en haberse dado cuenta del cambio de su hermano.
- Sabes que jamás se ha distinguido por relacionarse con los que él considera... seres inferiores.
- Sí, pero ahora vengo de calmar a Richard tras la trifulca que han tenido esta mañana.
- ¿Con Richard?
- A Richard no le ha hecho gracia que Diego ordenara descolgar la portada de la edición de marzo.
La de Carla.
- Estaba orgulloso de ella. – Continuó Cayetana. – Le ha reprochado que quitara esa y mantuviera la de “Las Feas”. Así que, nuestro hermano, ha mandado retirar ambas.
- ¡Vaya! ¿Le ha dado por finiquitar algo más? Cuando empieza no para.
- Las modelos.
- ¡Cómo! Creía que lo suyo era disparar a los ciervos.
- No te burles. Richard ha montado en cólera cuando Diego se ha negado a contratar a la modelo que había elegido.
- ¿El motivo?
- No era de su agrado. Le ha dicho que escogiera cualquier otra.
- ¡Caramba! ¡Nos ha salido otro Alvarito! Imponiendo sus gustos en mujeres.
- Richard le ha replicado que Alba Pereira era una de las mejores. Casi llegan a las manos cuando Diego le ha respondido que modelos de medio pelo sobraban a patadas.
- No te preocupes. No creo que la cosa sea para tanto.
- Eso es porque no has tenido que aplacar a Richard.
- Tenemos presupuesto. Podemos darle libertad a la hora de seleccionar otra. Eso lo apaciguará un poco.

Alba Pereira seguía el prototipo de las musas de Richard: morena, hermosa, con una elegancia innata. Una mujer del estilo de Cayetana... y de Carla. La cosa estaba peor de lo que pensaba. No sólo no quería verla a ella, tampoco a ninguna que se la recordara.

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