jueves, 23 de octubre de 2008

38. Sin rastro

¿Dónde diablos se había metido? Embarazada y con un niño pequeño... Parecía habérsela tragado la tierra. ¡Malditos ingleses estirados! Había viajado hasta Londres para comprobar por sí mismo que su hermana no le había engañado. Ni estaba allí, ni encontró rastro de ella.

Intentó engatusar al conserje de su casa, pensando que tal vez le habría indicado cómo contactar con ella o dónde enviarle la correspondencia. “La señora solicitó que se depositara en su buzón, como de costumbre”, obtuvo por toda respuesta. En su oficina tampoco pudieron darle detalle alguno. Había dimitido tiempo atrás y simplemente se marchó. Tras insistir consiguió que alguien de su entorno más cercano le recibiera. Tuvo que contenerse ante la mirada de aquella pelirroja, que le examinó de arriba y abajo, y le despidió de forma fría. Estaba enterada del lugar en el que se hallaba, estaba seguro de ello. Tal vez era ella misma quien le recogía el correo, pero no pudo sonsacarle nada. Le encaró con odio en los ojos. Había adivinado quién era él antes de hablar siquiera y pretendía protegerla a toda costa.

Pero lo peor fue la visita al despacho de su ex marido. En otra ocasión hubiera disfrutado de las vistas desde uno de los edificios de oficinas más impresionantes de la ciudad. En alguna otra. Acudió allí como última opción. Tenían un hijo en común, no podía negar conocer su paradero. Se presentó como un viejo amigo de toda la vida que deseaba verla. No como el amante que la buscaba, no como el padre del bebé que esperaba. Aquel arrogante había ojeado despectivamente su tarjeta y, altivo, le respondió que lamentaba no poder darle esa información sin conocerlo. Tentado estuvo de contarle qué papel había jugado en realidad en su vida, contestarle que, a diferencia suya, él tenía sangre en las venas y no agua turbia del Támesis. Pero no lo hizo. Regresó a Madrid con lo mismo que había llegado: nada. Carla había intentado borrar sus huellas y había dejado claras instrucciones de no desvelar su nuevo domicilio.


Joanna se quedó pensativa en el despacho de Carla, que ahora ocupaba ella. Cuando llamaron de recepción para comunicarle que un caballero solicitaba, de forma persistente, algún dato sobre la señora Marín, estuvo a punto de sugerir que le dejaran ir sin más. Pero cayó en la cuenta de quién podría tratarse y le hizo subir. Tenía frente a sí al causante de que su amiga hubiera abandonado un trabajo que le había costado considerable esfuerzo conseguir, su casa, su vida...

Alto, pero no en exceso. Carla le sacaría algunas pulgadas con tacones. De aspecto atlético: el traje a medida escondería unos músculos bien delineados. Moreno. Facciones proporcionadas, definidas, casi cinceladas, que denotaban firmeza y seguridad en sí mismo. Un hombre atractivo.

¿Habría vuelto por el niño? ¿Por ella? ¿Por ambos? Su intento de intimidarla no le servía. Jamás la traicionaría. Ella debía tener una buena razón para alejarse y él no podría convencerla de lo contrario. ¿Debía advertir a Carla de aquella visita? ¿Avisarle que él intentaba localizarla? No se encontraba bien. Se vio obligada a dejar la revista días antes de lo previsto. Incluso tuvo que acompañarla al médico. Las náuseas habían empeorado, vomitaba hasta el agua, y su ginecólogo optó por ponerle suero para evitar una deshidratación aguda. Necesitaba tranquilidad y aquella noticia no haría sino restarle la poca que le quedaba. No era el momento.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Khata,

Aunque la defines cómo una historia de transición hasta el momento del encuentro, este "trocito de cielo" esta muy conseguido porque, creo, demuestra hasta qué punto el hombre que (Él no era ningún pusilánime que se dejara doblegar por un sentimiento, cuanto menos para gimotear frente a su cancela)como se define, tiene que tragarse sus propios hechos.
Tal vez no gimotea, pero se espabila en intentar averiguar su paradero, y siente en propias carnes lo duro que es que le hagan a un lado, y estrellarse contra un muro de silencio...y fustración al regresar con las manos vacias.
Pero pienso que Diego es Diego, y por otro lado averiguará el dato crucial que le falta. Si entretanto tiene que padecer ...se lo tiene merecido.

Por cierto muy acertada la musica y el video de ambientación.

Saludos - Aislyn

Elena Rosa de Plata dijo...

Amén a lo que dice Aislyn. Hoy has escrito la primera ;).

Efectivamente,aunque lo considere de transición seguimos viendo a Diego y a sus reacciones frente a la situación.

Me ha gustado mucho esto-->"tentado estuvo de contarle qué papel había jugado en realidad en su vida, contestarle que, a diferencia suya, él tenía sangre en las venas en lugar de agua turbia del Támesis"

Lo dice todo desde luego ;)

Eso sí, el estado de Carla parece que está bastante mal ¿o que?:S

Besos!!

Anónimo dijo...

Hola katha:
Diego está comprobando lo que se sufre por amor. Es justo que compruebe por sí mismo lo que duele que le dejen al margen como ha hecho él muchas veces.
Un Beso
Rosann