domingo, 5 de octubre de 2008

33. Fantasmas

Cerró la puerta tras de sí. Atrás quedaba la ruidosa ciudad. Dentro, sólo le esperaba silencio... y soledad. Una soledad con la que siempre había convivido, pero que en los últimos tiempos se le hacía insoportable. Al dejar el llavero sobre el posallaves, el espejo del recibidor de diseño le devolvió, por un instante, la imagen de ambos besándose. Era un espejismo. Al mirar de nuevo, el reflejo sólo le mostró su rostro agriado y el traje negro que lo acompañaba. No debería haberla traído aquel sábado.

Necesitaba una copa. Se dirigió hacia el mueble bar del salón. Allí estaba a salvo de visiones. Se sentó en el sofá tras probar la bebida. El encuentro con Anna había reavivado recuerdos que le asaltaban a todas horas. No podía imaginar que la echaría tanto de menos. Se decía a sí mismo que era normal tras más de dos meses con ella, cuya cama podía considerarse un placer... dulce y salado, suave e intenso. No era fácil encontrar una mujer así. Anna era lo más parecido, o eso creía hasta el momento. Después de la cita con su abogada favorita pensó en alguien puramente interesado, como Nicky: llegar, acostarse y marcharse. Sin lugar para conversación o para algo personal... como besos. Antes le complacía... Ahora le había dejado un gusto amargo que el fuerte licor no era capaz de borrar.

En su dormitorio le asaltó otra imagen de aquella noche: el vestido de Carla resbalando por su cuerpo hasta el suelo, su mirada al abrir los ojos. Aquel par de negros verdugos que, junto al sabor de sus besos, le acosaban. La bruja se hacía difícil de olvidar.

Apagó la luz. Debía descansar. Tenía la agenda repleta para el día siguiente, desbordada. Sandra se burlaba constantemente: “¿Pretendes despedir a toda la plantilla y llevar la empresa tú solo?”. Trabajar le ayudaba a no pensar. Cerró los ojos. Los abrió horas más tarde para encontrar... su espalda desnuda, su melena sobre la almohada. Extendió el brazo para alcanzar su hombro, pero su mano sólo halló aire justo en el momento en el que sonó el despertador. ¡Maldito trasto! Había pasado media noche dando vueltas y sonaba cuando al fin había conseguido dormir. Se levantó. Le esperaba una dura jornada. Se afeitaría, tomaría la acostumbrada ducha rápida y saldría hacia Bulevar.

Sintió el chorro fresco en el que se preveía otro asfixiante día de calor. Dejó correr el agua sobre él deseando que pudiera llevarse consigo aquella desazón que no le abandonaba. ¡Qué diferente de aquellas otras duchas en su compañía! Cerró el grifo y se secó de forma mecánica. Gomina en mano se miró en el espejo. Entornó los ojos para escuchar el eco de un “me impide pasar los dedos entre tus rizos”. Su pelo rizado era el culpable de que utilizara gomina. El suyo era liso y sedoso.
Traje negro, corbata oscura. Todo sin cambio. Una de sus sobrias camisas. Las ocasiones en las que ella se las ponía... Aquel día la rutina de aseo le estaba resultando una ardua tarea. Por algún motivo que no llegaba a entender, la tenía presente de forma constante. Su colonia. Contempló el frasco, uno nuevo, el anterior lo había olvidado en Londres. Renegaba de la gomina, de sus trajes, de sus corbatas... Excepto de su fragancia, ésta le gustaba. Recordó el último fin de semana solos, en Praga. Vestidos para bajar a desayunar se acercó a él, rozó su cuello con la nariz y le susurró “¡qué bien hueles!” de tal forma... Tuvo que llevarla de nuevo a la cama, entre risas y protestas: “¿Es que nunca tiene usted suficiente, Señor de la Vega? Voy a empezar a pensar que me utiliza para el sexo.”

Sexo. Él jamás había sido dado a los excesos de Alvarito. Para él siempre había sido un mero entretenimiento, en ningún caso una obsesión. Sexo fue lo que tuvo la noche pasada. Le dejó vacío y con una sensación de hastío profundo. En cambio, con ella, le llenaba... pero nunca le bastaba. Quizás... porque nunca fue simple sexo. La razón por la cual echaba en falta a su bruja a todas horas era... que la quería. La quería, y la había echado de su lado haciéndole creer que para él no había sido... sino sexo. Entre otras lindezas, la había llamado “capricho”. ¿Qué iba a decirle esta vez? ¿Que después de todo había admitido lo que sentía? No había vuelta atrás, jamás le admitiría de nuevo, se lo había dejado bien claro.

Apretó con fuerza su carísima “eau de cologne” y reprimió los deseos de llorar. Sólo le restaba seguir adelante... y olvidarla.

7 comentarios:

Noa dijo...

Katha... increible... si me has puesto la piel de gallinaaa!! lo que queriamos era ver lo qu esentia diego... y a sido increible... lo has expresado todo genial, es que es como si estuviera viendo la serie... a un diego hundido, y como siempre cabezota, pero sensible, un diego que pediamos para la serie y del cual por lo qu e me contais, le siguen poniendo de payaso... qu epena....

Genial, sigue escribiendo cuando puedas, no te preocupes wapisima, porque cada vez que pones tus historias mas me enganchas y no creo que sea la unica jejeje

Muchos besos wapisima

Anónimo dijo...

Ves?
Yo ya no digo nada... Te lo dicen tus lectoras.
Confía un poquito más en ti y en lo que escribes, que lo vales :)

Elena Rosa de Plata dijo...

Hola Katha!!

Como te ha dicho Noa, ha sido increíble y se nota como te has esmerado con estas dos minis. Me ha encantado como lo has cuidado, cómo has remarcado las palabras adecuadas y cómo lo has expresado todo.

Desde luego no ha podido ser de otra manera, Diego tenía que echar realmente de menos a Carla estando en la cama con una de esas mujeres cualquiera con las que está.

Un diez para ambas historias

Besotes!!

PD: Andreaaa!!! Niña te veo en tos laoooosss jajajajaja, no sabia que frecuentabas estos lares xDDD

Katha dijo...

Hola a todas,

Chicas, me alegro de que os hayan gustado estas dos. Como ya os comenté cuando publiqué las dos anteriores, esan eran de introducción a lo siguiente. Estas dos, junto con "En vela" (o El Canto de Dolor de la Sirena, como me gusta denominarla a mí), son las 3 en las que he puesto más "mimo".

Noa me ha hecho mucha ilusión que el leerlo haya sido como "verlo", como ver lo que estaba contando la historieta.

Malagueña, sobre "El sabor de otros labios":
1. Diego no se ha vuelto a acostar con ninguna otra porque no le ha apetecido. No ha admitido más compañía que el portátil y la escopeta. Se enfada consigo mismo por no haberse acostado con ninguna otra. Habla de no guardar estúpidas ausencias, cuando es precisamente eso lo que ha estado haciendo.

2. No quiere cualquier compañía, quiere una mujer de verdad. Ha estado con una mujer de verdad y no quiere a una cualquiera. Elije a Anna, otra mujer de verdad, y la única amante antes de Carla que le ha importado algo. Recuerda que en "Caldo de Dioses" comparaba a ambas. El elegir a Anna tienen su significado. Aún así, incluso con su amante "favorita" no puede olvidarse de Carla.

3. Los pensamientos de Anna. Diego es un tiburón, frío como un iceberg. Cuenta como es Diego en la cama y lo de esa noche dista mucho de ser lo de siempre. Para ella es evidente que ha habido una mujer importante en su vida y él no quiere reconocerlo.

Muchas gracias como siempre por vuestros ánimos y vuestros comentarios.

PD: Malagueña, a Andrea le "debo" opiniones sobre la historia (que somos dos marujas de las tramas), consejos con mi horrorosa puntuación y, sobretodo, muchos "capones" virtuales cariñosos cuando mi ánimo desfallece.

Elena Rosa de Plata dijo...

Gracias por la explicacion!!

Ciertamente, sabía que Anna ha aparecido anteriormente pero no la ubicaba esta tarde,que estaba un poco empaná.Ahora sí que lo entiendo de maravilla ;)

Y a Andrea es que la recuerdo ligeramente de comentarios en el blog de Bea pero hablamos mucho en el foro Pom de las antinachistas ^^.No había caído que tu Andie era también la que yo conozco :) (para darme un sopapo)

Besitos para todas!!!!

Anónimo dijo...

Hola Khata,

Me han fascinado estas dos historias tuyas. Realmente has "echado los restos", Y ME HAN PUESTO LOS PELOS DE PUNTA, COMO SI LO ESTUVIERA VIVIENDO.
Se nota el antes de Carla y el después de Carla, en el comportamiento de Diego, tanto a los ojos de otro, como en el segundo relato, a través de los suyos propios.

Hasta la próxima historia.
Aislyn

Anónimo dijo...

Hola Katha:
He leído las dos historias y se nota que te has esmerado. Has transmitido muy bien los sentimientos de desolación de Diego al reconocer que está SOLO porque él ha querido, al echar a Carla de su vida. Le está costando reconocer que se ha enamorado. Espero que en las próximas historias se dé cuenta de lo que significa ella y que no puede controlar todo y tampoco sus sentimientos.(Estaría bien ver a un Diego derrotado por amor).
Espero la continuación.
Besos
Rosann