lunes, 26 de enero de 2009

Crápula


Había pasado la noche besándola, explorando cada pliegue de su piel, suave y terciopelada, en la que daba gusto perderse. Disfrutando con cada sonido: con los gemidos que consiguieron arrancarle sus caricias, con los jadeos de dos cuerpos en movimiento que ansían sentir al otro y todo contacto se les hace poco. Con los gritos de ella al llegar al clímax. Había vuelto a sentir aquellas manos aferradas a sus hombros, su boca en su oído expresando de forma involuntaria el placer que recorría su anatomía.

La había encontrado después de tanto tiempo... Habían tomado algo con la pretensión de hablar de los viejos tiempos y, en nombre y en recuerdo de los mismos, habían acabado en su apartamento. Estaba acostumbrado a compañías esporádicas. Nunca había tenido reparo alguno en ello. Las féminas entraban y salían de su casa o de una habitación de hotel. Sin embargo, ella... Con ella había tenido en su día lo que podría denominarse una relación. Descubrió que “tonteaba” con una amiga suya y le dejó. Creyó que sólo había ocurrido en aquella ocasión, pero aún así cortó con él. Jamás se preocupó de sacarla de su error. Él, que, además de ella, había tenido dos amantes a la par en aquella época, la echó de menos al irse. Echó en falta dormir abrazado a su cuerpo, su calidez. Las otras salían de la cama al poco de acabar. No había lugar para abrazos ni caricias una vez finalizado el tema de interés para ambas partes. Encuentros sin más pretensión que pasar un buen rato. Había besado a muchas mujeres. Ninguno de aquellos besos le habían embriagado... como lo hacían los de ella. Y ahora, que había probado de nuevo tenerla a su lado, desaparecía cual espíritu nocturno que se evapora al llegar el día. Hubiera dudado incluso de su presencia de no ser por el rastro de perfume en la almohada, por la huella en el colchón, por la funda del preservativo encima de la mesita.

De alguna forma le había ilusionado aquel encuentro, y el sentirse utilizado, como él había hecho tantas veces con otras, le producía un resquemor interno desconocido hasta entonces. No había sido más que un revolcón, uno fantástico, lo admitía, pero tan sólo un mero revolcón. No, no lo había sido. Para él no, para ella sí y, por extraño que le resultara, dolía. Una sensación inaudita en un crápula al que nunca le importó su compañera de alcoba una vez fuera de esta.

Se dirigió al baño. El reflejo en el espejo le recordó el paso de los años: las entradas que crecían sin freno a pesar de cuantos productos había empleado para impedirlo; las canas, que ya no se disimulaban con un simple pasar de peine; las arrugas bajo los párpados, las ojeras tras una velada de poco dormir. Y, sobretodo, aquella barriguita, aún incipiente, que se empeñaba en permanecer en su sitio pese a las horas que pasaba en el gimnasio.

Ella estaba estupenda. Su rostro no delataba en absoluto su edad. Sus gestos, sus movimientos, desprendían una seguridad nueva que la hacía sumamente atractiva. Más de uno habían sido los hombres del local que dirigieron su mirada hacia la mesa o, al levantarse, al traje ajustado que dibujaba su espléndida figura. Pero... se había ido y algo le decía que no compartirían otro de aquellos momentos nunca más. Tal vez no había sido sino una pequeña venganza: hacerle soñar para después dejarle solo. Descubría por primera vez que lo estaba... y que no le agradaba el sabor amargo de la soledad.

3 comentarios:

Elvira dijo...

¡Qué diferente hacerlo que "recibirlo"! Bueno, quiero creer que en la próxima ocasión este crápula será un poco más considerado. :-)

Elena Rosa de Plata dijo...

Creo recordar que me decías hace no mucho que no te veías escribiendo otra cosa que los fucsia ¡y mirate! Te has atrevido con otra cosa y lo mejor de todo: que te ha quedado genial.

¡Me ha encantado! Está perfecto,muy bien escrito y muy bien expresado. Más no se puede pedir.

Espero que te lo pienses mejor cuando termines la historia de Diego,de escribir otras cosas,porque lo haces muy bien (aunque eso no es nuevo ¿verdad, chicas?).

Muchos besos!!

Elvira dijo...

Por cierto, Katha, en mi lista de blogs he puesto Historias rosa fucsia, no historietas, porque me parecía que tus escritos merecían subir de categoría. Pero si quieres, lo cambio. Un beso